El hundimiento del PsoE, por J.P. Galindo*


El vergonzoso espectáculo que está ofreciendo estos días el PSOE es un complemento más del proceso de descomposición del régimen de la restauración borbónica de 1978, ya innegable, que sin embargo, puede servir para resucitar ciertas simpatías por la socialdemocracia española vista ahora como víctima de una conspiración para evitar un gobierno de presunto progreso. Nada más lejos de la realidad.
Repasemos la historia.

Pese a que la socialdemocracia se definió  en sus orígenes como la vanguardia política del movimiento obrero y aglutinó a las principales figuras revolucionarias (de ahí el manoseado argumento de que Lenin militó en la socialdemocracia) muy pronto estas  mismas figuras alertaron de lo que escondían sus falsos lemas. En los albores de la I Guerra Mundial quedó clara la diferencia entre socialdemócratas y socialistas. En 1914 todos los partidos presentes en el Reichstag aprobaron los créditos especiales para financiar la guerra contra Rusia, incluido el Partido Socialdemócrata Alemán (SPD) a pesar de la postura oficial del mismo en el que definían la guerra como una matanza de trabajadores en beneficio de la burguesía. Igualmente, el Partido Socialista Francés también se unió a los sindicatos y resto de partidos nacionales al júbilo bélico aprobando dichos créditos destinados a la carnicería de la Gran Guerra.

La traición de sus propias ideas de defensa del proletariado contra la manipulación y explotación de la burguesía provocó entonces la ruptura de la socialdemocracia en dos frentes irreconciliables; el ala revolucionaria y el ala reformista. La primera vio con ilusión el triunfo de la Revolución Comunista en Rusia, y la segunda conspiró junto a la derecha allí donde pudo para destruir cualquier intento de avance revolucionario, como tristemente pudieron comprobar los espartaquistas alemanes, con Rosa Luxemburgo a la cabeza, masacrados militarmente por orden del canciller socialdemócrata Friedrich Ebert.

Volviendo la vista a España, debemos recordar que el PSOE fue fundado siguiendo el ejemplo alemán en 1879, obteniendo representación parlamentaria por primera vez en 1910 personificada en su líder Pablo Iglesias Posse.

Como sus homólogos europeos, el PSOE sufrió la ruptura entre reformistas y revolucionarios en 1917, cuando una parte de ellos decidió seguir el ejemplo bolchevique y organizarse con el nombre de Partido Comunista, en 1921. Dos años después España vive una de sus tradicionales asonadas militares y se instaura la dictadura de Miguel Primo de Rivera quien decide ilegalizar todos los partidos y sindicatos excepto al PSOE y a su satélite sindical, la UGT, quienes colaborarán con la dictadura durante todo el periodo.

Si bien tras la caída de la dictadura militar y la llegada de la democracia constitucional en 1931 el PSOE se ve obligado a colaborar y a dejarse influir por partidos revolucionarios (especialmente tras la rebelión del ejército africano) su matriz conservadora y reaccionaria no dejó de conspirar para eliminar toda agitación revolucionaria llegando al punto de colaborar en la rebelión del Coronel Casado contra la defensa republicana (incluidas figuras históricas de su propio partido) y negociar la rendición con las fuerzas fascistas. Así ganó Franco la guerra.

Durante la nueva dictadura el PSOE se dedicó a negociar en el extranjero las condiciones del regreso a una democracia tutelada por las potencias capitalistas occidentales,  sellando el acuerdo en el famoso Congreso de Suresnes de 1974 en el que la estructura del partido es renovada totalmente para eliminar toda influencia de quienes vivieron el periodo republicano y sustituidos por una generación joven y dócil ante sus padrinos capitalistas representados por François Mitterrand (Francia) y Willy Brand (RFA)

Así da comienzo la idealizada historia de la restauración de la democracia a España, marcada por el oscuro papel que el PSOE tenía designado por sus tutores. Un partido que venía avalado económicamente por un escándalo de corrupción en la Alemania Capitalista (el llamado Caso Flick) debido a que los servicios secretos alemanes utilizaron la Fundación Friedrich Ebert (curiosamente el criminal canciller responsable de la muerte de Rosa Luxemburgo y los espartaquistas) para entregar entre los años 70 y 80 el equivalente actual de 3,3 millones de euros, con el objetivo de “cerrar el paso al comunismo a través del partido mejor situado para ello” en palabras de uno de sus responsables.

Inmediatamente después de ser aupados al poder, los socialdemócratas del PSOE no dudan en organizar el mayor caso de terrorismo de estado conocido en democracia, los Grupos Antiterroristas de Liberación (GAL) operativo entre 1983 y 1987 y responsable de 27 asesinatos.  Así como el, hasta ahora, mayor caso de corrupción económica; FILESA.

Por si fuera poco, el último periodo de gobierno de Felipe González estuvo marcado por la política de privatizaciones de empresas públicas, que tan rentables han resultado para sus amigos, en el marco de la operación de entrega incondicional a los dictados de la Unión Europea.

Respecto a su posición ideológica desde 1975, el PSOE nunca ha dudado en apoyarse en la burguesía nacionalista cuando ha sido necesario (CiU y PNV) al igual que ha sido un firme aliado de la derecha españolista para sacar adelante las decisiones más controvertidas; como la reforma constitucional exprés del Artículo 135, ya en la legislatura de Mariano Rajoy, por no mencionar su reiteradas defensas tanto de la monarquía como de la iglesia católica.

Una vez expuestos los antecedentes pasados y más recientes del PSOE, queda claro que cualquier intento de alarmar con una supuesta deriva derechista, no es más que una burla interesada por hacer prevalecer a alguna de las corrientes internas de un partido marcado por el colaboracionismo con la dictadura, el terrorismo de estado y la corrupción económica. Pretender eclipsar esto enarbolando supuestos avances sociales puntuales (siempre transversales) es abrazar una concepción conservadora de las opciones de la izquierda política  creada por el miedo a perder lo poco que, ese mismo partido y su complementario PP, aún no han convertido en privilegio de los poderosos y esclavitud de los humildes.

El PSOE, como buque insignia de la restauración borbónica de 1978 y su entramado político, merece pasar de una vez y para siempre al vertedero de la historia junto con el régimen que lo aupó forzadamente a cotas de influencia nunca merecidas entre la clase trabajadora. Ninguna de sus corrientes internas representa el más mínimo avance para el proletariado, y su caída debe ser una celebración para los trabajadores y las trabajadoras que aspiran a liberarse de la esclavitud capitalista, sea en sus formas más despiadadas o en sus avatares más atractivos y amables.

Lamentablemente en 2016 aún sigue vigente el lema que algunos valientes reclamaban en los años 70; sin ruptura no hay democracia.

*J.P. Galindo es el fundador de Socialismo Mostoleño (SOMOS) y Vicepresidente de la Agrupación Republicana de Móstoles