Hemos deformado el mundo, por Marta Álvarez


Acaba de salir la escalofriante noticia de que se han hallado 87 personas muertas,  entre ellos 48 niños, en el desierto de Níger. Estas personas eran inmigrantes que probablemente iban en busca del único halo de esperanza que les queda: huir de sus explotadas y paupérrimas tierras hacia occidente, tierras que ha destruido «el primer mundo». Lo triste es que no podemos presumir de ser un mundo desarrollado con unos valores puros y con una cultura que aprecie a la humanidad. No, para nada. Nuestro supuesto desarrollo nace  de tirar de una cuerda muy tensa la cual emana de las desdichadas África y Asia. Bueno, tampoco debemos culpabilizarnos, a nosotros, los ciudadanos, porque somos un producto y una víctima más de la ignorancia y del consumismo llevados al extremo más atroz: marcas, multinacionales, políticos, bancos, publicidad… 

Pero, ¿por qué ahora y no antes se da tanta importancia en las noticias al problema de la inmigración? Está claro que desde que el primer hombre blanco pisó tierra africana, sus indefensos habitantes han tratado de huir sin aliento de la destrucción occidental. No es la primera vez que un grupo, grande o pequeño, muera de sed en un desierto al intentar perseguir sus sueños de «una vida mejor». Por desgracia, tampoco será la última. Sueños, que como ya sabemos, están alentados por mafias que tratan de traficar con humanos por dinero. Exacto, les ponen un precio, como si se tratase de un negocio de «vidas a la carta, puede que mueras en el intento». Y los medios de comunicación lo destacan ahora más que nunca porque el problema se está convirtiendo en algo peligroso para Europa, ya que mancha su imagen de organización que vela por la seguridad y los derechos humanos. Antes la suciedad quedaba debajo de la alfombra y no molestaba nadie. La UE no está tratando bien la situación. Ni siquiera la está tratando mal. Su trato es directamente nefasto. Y una de las mayores expresiones que lo demuestra fue el desastre de Lampedusa. Aquí hay mucho que decir. Para empezar el funeral no se hizo en Lampedusa, sino en Sicilia.  El primer ministro italiano, Enrico Letta, tiene la poca decencia de no presentarse al funeral de las más de 300 víctimas. Hizo lo que se llama en Madrid desde Halloween del año pasado «hacer un Botellazo». Pero parece que quería sumergir más aún su pata en el fango, por lo que envió a un xenófobo declarado amiguito de Silvio Berlusconi, el vicepresidente de Gobierno Angelino Alfano. ¿Se puede ser más cruel? No lo duden, estamos en Europa. Su «solución» fue desplegar militares por el Mediterráneo para evitar la llegada de más inmigrantes y advertir a aquellos que ayudaran a los que llegan en barcaza, de que se les sancionaría por ello. ¿Dónde ha quedado esa defensa de la seguridad si ellos mismos crean inestabilidad, y la defensa de los derechos humanos si ellos mismos los corrompen?

Destacar Lampedusa (y otros) es importante porque nos revela algo que está muy claro. Si las potencias mundiales no proporcionan ayuda y dignidad a los que llegan a su puerta ¿en qué van a colaborar con los desnutridos de África? Si Mahoma no va a la montaña y la montaña va a Mahoma… Se le cierra el paso.

El grado de sufrimiento y desesperación que padecen los inmigrantes debe ser apoteósico. Los padres se atrevan a montar en esas barcas con sus propios hijos. De lo que pocos nos enteramos es de todo lo que atraviesan antes de llegar al mar. Las 87 víctimas de Níger habían ido en busca de combustible para el vehículo que las transportaba. Murieron de sed. Hoy esta noticia sale a la luz porque es un tema de actualidad. Aunque la UE y los mass media quieran hacernos creer que es un problema por el que se están volcando, los espectadores de este drama lo abstraemos para percatarnos de que este problema es mucho más profundo. La inmigración mancha la imagen de la UE, y la noticia es «la moda de la información». Si todavía abstraemos más, nos podemos plantear la cuestión del principio: la absoluta destrucción del mundo.

Desnutrición, deshidratación, explotación, maltrato, mafias versus empacho, derroche, lujo… Una suma que no tiene un solo resultado, sino dos completamente opuestos: el Tercer Mundo y el Primer Mundo. Iremos viendo estos días si se soluciona apenas algo, y a lo largo del tiempo si algo cambia.