Hace ya algún tiempo que el afamado ministro de educación, José Ignacio Wert, decidió subir la nota requerida para obtener beca de estudios a un 6,5, (eso en un país en el que el fracaso escolar está a la orden del día con un 24,9% en 2012, una cifra que supone casi el doble que la media de la UE). Sin embargo tuvo que rectificar su decisión por el gran rechazo que produjo la medida y que finalmente se quedó en un 5,5. Estas reformas, que más bien parecen “contrarreformas”, producen una gran indignación en la población ya que están anunciando el futuro de una educación discriminatoria y que acabará estando solo al alcance de los más ricos. Pero esta frustración se puede ver aumentada en gran medida cuando conocemos el índice de apoyo que presentan los políticos y que demuestra que hay un consenso en cuanto al rechazo que sentimos hacia ellos.
Estas exigencias para optar a beca, en realidad, son injustas y no abogan por la igualdad. Las notas más altas dependen en gran parte de las oportunidades de que disponen los alumnos. Dicho de otra forma, los hijos de las familias obreras, cuyos ingresos les hace imposible contar con el apoyo de una academia o con el simple hecho de tener un ordenador con internet en casa, cuentan con menos posibilidades de tener éxito en las notas que las familias con un nivel económico alto. Además, la clase trabajadora normalmente tiene una cultura inferior a la de la clase alta, de modo que esta última a diferencia de la primera, puede ejercer de refuerzo para el aprendizaje de sus hijos. Pero realmente la nota no es imprescindible para las familias ricas, ya que se pueden permitir pagar las excesivas tasas de las universidades privadas a las que puede entrar cualquier necio con dinero en los bolsillos. Así se establece un círculo vicioso en el que siempre es la oligarquía quien dispone del mayor acceso a la cultura. Por lo tanto el problema se encuentra directamente relacionado con la posición económica del alumno, sin contar con el hecho de que muchos jóvenes se han visto obligados a dejar de estudiar para trabajar y llevar dinero a casa.
Ayer, día 6 de noviembre, el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), publicó el último barómetro sobre la valoración de los políticos y sus resultados han resultado apabullantes, aunque eran de esperar. Resulta que Wert, quien quería exigir y quien de hecho exige una nota para obtener ayuda económica del estado para estudiar, ha recibido un golpe en las narices por el suspenso tan grande que ha obtenido. Ni más ni menos que un 1,46 sobre 10. Si sigue así pronto llegará al 0. Aunque no está solo, ya que la mayoría de las cabezas políticas están por debajo del 5. El presidente Rajoy puede presumir de un bonito 2,42; Montoro, ministro de Hacienda, ha sacado un 2,09; Rosa Díez de UPyD tiene un 4,28; Cayo Lara de IU un 3,81 y Rubalcaba cuenta con un 3,1. Si el ministro exige un rendimiento al alumnado (que sería comprensible en un estado que invirtiese y diese buen trato a la educación) para mantenerlo en la enseñanza de forma fructífera, ¿por qué esto mismo no se le aplica a él y al resto? Parece una pregunta ingenua contando con el hecho de que no son políticos al servicio del pueblo, sino empresarios. El apoyo popular lo han perdido, eso está a la vista. Y cuando los ciudadanos sienten que los políticos ya no les representan ¿por qué no se marchan? Estos verdugos que le cortan la cabeza a la inversión social, se mantienen porque no existe una verdadera democracia, sino un régimen franquista oculto bajo el disfraz que lleva puesto España en este baile de caretas que es el mundo.
Ante este monopolio político-económico no nos queda otra que dejar de resignarnos y seguir caminos fieles que nos conduzcan hacia la salvación del pueblo. Con una monarquía que esconde bajo un campechano lesionado a Franco y que maneja a los políticos y a la justicia con hilos de títere, no vamos a avanzar. Ellos siguen los objetivos de la derecha, no importa si mientras tanto el gobierno lo ocupen PP o PSOE o cualquier otro partido político. Por este motivo la meta consiste en llevar a cabo una limpieza e instaurar un sistema verdaderamente representativo para la mayoría: la República del pueblo y para el pueblo.