El Consell de la Joventut denuncia en la campaña «Joves en perill d´extinció» la precariedad laboral, la incapacidad de emanciparse y la emigración obligada
Es un enfoque nuevo para una realidad tristemente vieja: los jóvenes se han convertido en una «especie en peligro de extinción» dentro de un «territorio hostil» para ellos como es ahora el pedazo de tierra entre el Sénia y el Segura. Es la metáfora que quiso difundir ayer el Consell de la Joventut de la Comunitat Valenciana en una puesta en escena curiosa: en el Bioparc, con la etiqueta #JovesEnPerill y una revista con el venerable marco amarillo que rodeaba la cabecera Valencian Geographic con un titular impactante: «Joves en perill d´extinció». Como si fueran el samaruc, la tortuga mediterránea o la gaviota adouin, los jóvenes viven en un hábitat adverso.
En el editorial de la revista, los autores defienden la necesidad de «visibilizar los problemas que tiene la juventud valenciana para desarrollar un proyecto de de emancipación personal, a causa de las dificultades en el acceso al trabajo, la vivienda, la movilidad y la precariedad juvenil». Sólo dos datos cruzados bastan para captar la magnitud del desastre generacional. El 44 % de los valencianos menores de 30 años está en paro y el 35 % de los jóvenes que trabajan, a pesar de estar ocupados, se encuentra en situación de pobreza. Esta pobreza laboral viene derivada de la temporalidad y la precariedad de sus empleos. La radiografía del Consell de la Joventut aporta cifras espeluznantes. El 94 % de los contratos firmados por jóvenes valencianos en 2015 fueron temporales.

En conjunto, el 56 % de la población asalariada de entre 16 y 29 años tiene un contrato temporal. De ese grupo de los temporales, de cada diez hay dos jóvenes con un año o más de contrato firmado, luego hay casi cinco con menos de un año garantizado por contrato, y los otros tres no saben la duración de su contrato.
Esta precariedad desemboca en otro rasgo sobre el que ayer alertó el informe: pasa el tiempo y sigue siendo es imposible irse de casa. Sólo dos de cada diez valencianos menores de 30 años se han independizado del hogar paterno. No exenta de ironía, la Valencian Geographic explica que «el teuladí abandona el nido al mes de salir del huevo. La ardilla se separa de su madre a los tres meses. Los canguros, a los catorce meses. El león se hace adulto a los tres años. Y el delfín abandona la raya a los seis años. En cambio, sólo dos de cada diez jóvenes se emancipan en la Comunitat Valenciana: la juventud valenciana se encuentra entre las especies animales con una emancipación más tardía».
Los autores lamentan que «el alquiler no es una opción viable para las personas menores de 30 años por la falta de ingresos netos. Sólo con el nivel adquisitivo de los hogares compuestos por personas de 30 a 34 años podrían acceder a la compra o el alquiler». Se entiende así que 22.000 jóvenes valencianos han abandonado la terreta buscándose la vida en otros países. Por la extinción.