PALESTINA: UN GENOCIDIO RUTINARIO, por Luz Modroño


Imágenes televisivas nos devuelven un pequeño aunque escalofriante bosquejo de lo que está pasando en Gaza: el exterminio de un pueblo ante los ojos y la indiferencia o impotencia del resto de los pueblos para detenerlo. Pero no es exactamente así: el genocidio de Gaza está poniendo en evidencia el abismo existente entre los pueblos movidos por ese profundo sentido de fraternidad, siempre presente, y la sociedad de los elegidos como representantes y gestores.

No es la primera vez que en la historia se evidencia esta división, pero sí es la primera en la que esta división se hace tan palpable. La ciudadanía no puede más. No puede seguir viendo tanta atrocidad, no puede seguir sintiendo cómo el exterminio de un pueblo está convirtiéndose en algo rutinario, invadiendo nuestra cotidianidad hasta formar parte de ella.

La fraternidad, grito de solidaridad que hace doscientos años permitió vislumbrar un mundo más justo y sujeto a derecho, ha saltado por los aires con todas y cada una de las bombas arrojadas sobre Gaza. Una tierra bombardeada que se ha convertido en el símbolo de los principios base de los derechos humanos arrasados. 

Este genocidio, vislumbrado desde hace más de setenta y cinco años, tenía fecha. Bastaba darse un paseo por Cisjordania para saber que tarde o temprano el pueblo palestino terminaría siendo exterminado. La excusa apareció un 7 de octubre con un hecho que vino al pelo para iniciar la matanza. Fue el chupinazo que Netanyahu necesitaba para dar salida a esta orgia de sangre y dolor.

La desigualdad de las fuerzas es tan descomunal que hace imposible hablar de una guerra – según la RAE, enfrentamiento violento entre facciones armadas entre dos o más potencias- En guerra están muchos países hoy. La más televisada es, sin duda, la de Ucrania y Rusia.  Pero lo que está ocurriendo en Palestina no tiene nada que ver con una guerra. Es, simple y llanamente, un genocidio que responde sin fisuras a la definición que la RAE da de tal: exterminio o eliminación sistemática de un grupo humano por motivo de su raza, etnia, religión o nacionalidad. Genocidio que convierte al perpetrado por los nazis contra el pueblo judío en un ejemplo al que seguir y superar. El genocidio del pueblo judío fue conocido por el mundo al finalizar la 2ª Guerra Mundial. El genocidio televisado del pueblo palestino es conocido y seguido puntualmente por todos los medios de comunicación desde el minuto cero.

Hay dos conceptos que deberíamos haber desechado ya de nuestro vocabulario o que urge desechar refiriéndose a lo que está ocurriendo en Gaza: el de terrorismo y el de guerra. Ninguno de los dos conceptos responde a la realidad ni define lo que está ocurriendo. 

Hablar de terrorismo de un grupo minoritario basándose en el uso de las escasas armas que posee para defenderse del ataque de una gran potencia como es Israel no puede llamarse terrorismo. Como no fueron terroristas los guerrilleros-maquis de nuestra postguerra o, en hechos más recientes, la resistencia de Vietnam, por poner algún ejemplo. 

Seguir denominando hoy guerra al exterminio del pueblo palestino o equiparando a uno de los ejércitos más potentes del planeta con un grupo armado que, por el hecho de utilizar armas, es considerado terrorista, es un insulto a la razón. Y, lo que es aún mucho peor, convierte en cómplices a quienes lo pretenden.

Los niños desmembrados, mutilados, muriendo de hambre y miedo, las mujeres apretando los dientes, con la mirada perdida llevando en brazos a sus hijos muertos, lanzando una mano para conseguir un pedazo de pan que no llega mientras en la frontera cientos de convoyes cargados de alimentos, material médico, medicamentos… están detenidos, carece de toda justificación. Atacar cualquier intento de hacer llegar a la población algo más que un pedazo de pan o una aspirina ha convertido en criminal de guerra a su responsable.

 ¿Qué está pasando? ¿Son necesarias más pruebas para que los gobiernos actúen, rompan cualquier tipo de relación, política, militar, económica… con el hacedor de este crimen? ¿Hasta cuándo van a seguir vendiéndose o comprándose armas a Israel? ¿No son suficientes las cifras? Más de 55.000 muertes sin contar, por carecer de cifras, los muertos de hambre, de enfermedad, de miseria, enterrados bajo escombros… ofrecen una imagen tan apocalíptica como real testimoniada día a día, minuto a minuto. La imagen de una ciudad asediada ha dejado de ser una imagen del mundo medieval para ser una realidad del siglo XXI.

¿Estaremos llegando tarde ya a cualquier iniciativa que detenga esta sangría?

Terror, fanatismo, injusticia, miseria, tortura, muerte y violación sistemática del derecho internacional son los adjetivos que mejor definen lo que está ocurriendo. Como aderezo, las de rabia, indignación, impotencia… de una ciudadanía que contempla día a día el horror, que no quiere sentirse cómplice por callar o mirar de perfil, de una ciudadanía consciente del coste que para el futuro de la humanidad, el derecho internacional, la justicia… esta barbarie a la luz del día va a suponer.

Y frente a todo este dantesco panorama se levantan, con la esperanza que ayuda a seguir respirando y la dignidad intacta, el pueblo palestino y los pueblos de la Tierra. En los próximos días, miles de personas de todas las edades, profesiones, condiciones y cualidades se dirigirán a Egipto para levantar sus manos y su voz en un grito contra la barbarie, en un intento de hacer reaccionar a gobiernos y Comunidad Internacional para que como ellas andan ellos actúen. El grito de boicot a Israel, tan escuchado en las calles, debe ser emitido, asimilado y refrendado en los Parlamentos.

El grito de resistencia debe animar a todas las gentes de buena voluntad, debe ser una enseña de justicia y hermandad, una bandera que guíe a los pueblos frente a la barbarie y la muerte.

La resistencia de Palestina hoy será un presagio de vida y esperanza para el resto de la humanidad mañana.