
Con la mochila o una maleta llena de esperanza e ilusión pusieron rumbo a Gaza los pasados 11 y 12 de junio delegaciones de treinta y tres países precedentes de todos los rincones del planeta. Finlandeses, noruegos, argentinos, chilenos, españoles, franceses, alemanes, italianos, tunecinos, australianos (ver mapa)… traían en sus maletas un solo mandato: parar el genocidio de un pueblo, la impune masacre de niños, mujeres, jóvenes, hombres… tan indefensos como inocentes.
Y en la suela de sus zapatos un objetivo común: horadar la tierra y abrir un camino simbólico por el que transite un pueblo con el mismo derecho a vivir, y vivir en paz como el resto de los pueblos del mundo.

Desde hace más de año y medio el pueblo palestino está viviendo cada día bajo una incansable lluvia de bombas que van camino de sumar sesenta mil muertes, más de la mitad niños y niñas, incontables bebés que apenas han abierto los ojos a un mundo terriblemente cruel y ya perecen víctimas de las ansias de poder y dominación de una tierra que no pertenece al pueblo invasor y a la que lleva más de setenta y cinco años queriendo conquistar. Cientos de miles de niños y niñas mutilados, a los que ha habido que amputar un brazo o una pierna con la única anestesia de una aspirina, cientos de miles de niños y niñas que mueren de hambre y enfermedad mientras a las puertas de la frontera que separa Egipto de Gaza numerosos convoyes cargados de alimentos, medicinas, material sanitario y quirúrgico son detenidos. Un asedio medieval a una tierra que agoniza.
Ante este panorama, caracterizado por la inacción de unos gobiernos incapaces de parar esta matanza, miles de ciudadanos toman la iniciativa en el convencimiento de que solo la acción contundente y coordinada podrá detener este horror genocida impunemente repetido día tras día. Una acción conjunta e internacional.
El arranque estaba programado para el 13 de junio, fecha que quedará grabada ya para siempre en los anales de la solidaridad internacional. Se trata de una marcha pacífica, fraternal, que llegaría desde El Cairo a Rafah, caminando los últimos 50 Kms.
Pero el gobierno de Egipto tuvo miedo. Miedo de unas manos sin armas. Miedo de la unión de varios miles de personas portadoras de un mensaje de Paz, de miles de voces gritando “¡basta ya!” Y para abortar una Marcha pacífica envió a su policía. Ya en el aeropuerto comenzaron las detenciones ilegales de personas portadoras de un pasaporte y un visado en regla, comenzaron las deportaciones ilegales, las amenazas, los registros. Bastaba llevar en la mano un saco de dormir o en la maleta una kufilla para convertir a la persona portadora de tan peligrosa arma en una amenaza a la que había que expulsar del país. Aún a costa de violar sus propias leyes y el derecho internacional.
Después del interrogatorio pertinente, del encierro en una habitación durante más de veinticuatro horas, de la deportación de varias decenas a sus países obligando a los ciudadanos de diversos países a pagar su propio viaje de retorno sin causa alguna que lo justificara, de la creación de un clima de inseguridad y vulnerabilidad en la ciudadanía… nos pusimos en el día de inicio de la Marcha.
Pero el gobierno egipcio siguió acumulando miedo. Actos fallidos, violaciones del derecho internacional… en una sucesión de incalificables acciones que pusieron en evidencia no solo el miedo a unos manifestantes pacíficos sino su propia complicidad en el genocidio y su desinterés por la suerte del pueblo palestino, hermano de sangre de los egipcios.
Ante esa sistemática persecución hubo que cambiar los planes iniciales por otros alternativos. Sin embargo, y en algo parecido al juego del ratón y el gato, tampoco se pudo pasar de ahí y dio comienzo la orgia de detenciones, requerimientos de pasaportes, amenazas… que tanto parece gustarle a las autoridades egipcias. Los dos controles de la autopista sirvieron para parar a los participantes en la Marcha, con órdenes de no dejar pasar a todos los que no fueran egipcios. Al final de la tarde comenzaron las agresiones violentas, con contusiones, heridos, detenciones… y nuevas deportaciones.
A pesar de todo, la Marcha Global por Gaza no se rinde ni se detiene. Y, lejos de haber supuesto los hechos de ayer la derrota en una batalla, ha servido para despertar a la ciudadanía de todo el mundo. De norte a sur y de este a oeste, la Marcha Global a Gaza ha conquistado la calle. Basta echar un rápido vistazo al mapa del mundo para comprobar el tamaño y la grandeza de este movimiento.
El ataque de ayer ha abierto la espita de la solidaridad hacia Gaza, ha logrado que durante varios días el genocidio ocupe la primera página de los periódicos y ha sacado a la calle a miles de personas en apoyo a los caminantes, repitiéndose las marchas en muchos de los países cuya ciudadanía está caminando por la paz, abriendo la senda por la que caminará el ser humano libre. Frente al fracaso de la Comunidad Internacional y la demostración de su impotencia o indiferencia, la ciudadanía toma la calle y los caminos demostrando que no solo es posible, sino que es obligado.
Esta fuerza que ha desatado la marcha global a Gaza es ya imparable. Y solo se extinguirá el día en que Gaza sea libre.








Debe estar conectado para enviar un comentario.