El porqué España debe salir de la OTAN, por M. Ruiz Robles*


Su neutralidad activa, frente al riesgo creciente de escalada militar y extensión de los conflictos armados, impulsados por EEUU y sus aliados más belicistas, es, sin duda, la mayor garantía de seguridad para la gente de nuestro país

El Estado español, con su historia de neutralidad formal en ambas guerras mundiales, debería optar por su salida de la OTAN, adoptando una posición no beligerante.  Su neutralidad activa, frente al riesgo creciente de escalada militar y extensión de los conflictos armados, impulsados por EEUU y sus aliados más belicistas, es, sin duda, la mayor garantía de seguridad para la gente de nuestro país.

Seguir en la Alianza Atlántica significaría seguir asumiendo las inaceptables imposiciones del Sr. Trump, que en última instancia tiene el mando efectivo de la OTAN, pues a fin de cuentas el presidente no solo es el jefe de Estado y jefe de Gobierno, sino también el mando supremo de las fuerzas armadas. Esto le otorga la autoridad para dirigir las operaciones militares, desplegar tropas y tomar decisiones estratégicas en asuntos de defensa nacional. 

La salida inmediata de la OTAN presenta esencialmente varios obstáculos, aparentemente insuperables.

Primero: España dejaría de beneficiarse del Artículo 5 del Tratado del Atlántico Norte, que “garantiza” la defensa colectiva ante un ataque. Sin embargo, este inconveniente, como veremos más adelante, es ficticio.

Segundo: Afectaría a las industrias de defensa —por ejemplo, Indra o Navantia— que participan en proyectos con otros países miembros, en particular con EEUU, podrían perder contratos o quedar excluidas. Esto quedaría ampliamente compensado por una mayor integración en la industria de defensa europea, orientando la política de la Unión a una mayor autonomía estratégica.

Tercero: Probablemente requeriría el apoyo de una mayoría cualificada del Congreso de los Diputados, refrendada por un referéndum.

Por ello, en vez de pretender una salida inmediata, sería aconsejable el establecimiento de un periodo gradual, acompañado de una política de defensa propia, emancipada de EEUU.

Un primer paso debería ser una proposición de ley en el Congreso de los Diputados, que inicie el proceso de salida del mando militar integrado, respetando los procedimientos y plazos que establece el Tratado para tal eventualidad. Para ello, el Gobierno y los “partidos de la investidura”, deberían buscar en el Parlamento Europeo el apoyo de aquellos grupos políticos que vean en la neutralidad activa una salida razonable a la actual escalada armamentista.

Encontrarían, sin duda, el apoyo mayoritario en sectores pacifistas, de izquierda, e incluso de centro moderado que priorice evitar la implicación de España y de la Unión Europea en una guerra directa. Se encontraría, sin embargo, con las críticas de sectores conservadores y del ministerio de defensa por “debilitar la posición estratégica de España y de la UE”.

No se sugiere, en este modesto artículo, el desmantelamiento de la industria de defensa; por el contrario, se plantea en todo caso la necesidad urgente de su nacionalización, especialmente de los sectores clave. Es prioritario ponerlos al servicio de la soberanía nacional, en particular, y de la autonomía estratégica de la Unión Europea, en general.

La Unión Europea no tiene capacidad de disuasión frente las exigencias en gasto militar de Trump

La Unión Europea, sin capacidad de disuasión multi-azimut, es un gigante económico con pies de barro. No solo frente a la denostada Federación de Rusia, y su autócrata presidente, como nos quiere hacer creer la presidenta de la Comisión Europea, la conservadora Ursula von der Leyen, sino frente la imposición de abusivos aranceles por parte del presidente Trump, que a su vez exige a sus “aliados” un aumento exorbitante en los gastos de defensa. Gastos que en su mayor parte van directamente a engrosar las arcas del complejo militar-industrial de EEUU, imponiendo a la Unión Europea una peligrosa economía de guerra.

Por otro lado, gran parte de los armamentos sofisticados, como es el caso de los F-35, o los sistemas de combate de las fragatas F-110, requieren para su uso, en caso de conflicto armado, el control efectivo de sus programas fuente.  Por ejemplo, los sistemas proporcionados por Lockheed para ciertas funcionalidades clave, como la detección y seguimiento de objetivos, así como el lanzamiento y guiado de misiles, tienen servidumbres que nos encadenan a su fabricante y por tanto a EEUU.

Seguir en la OTAN es también perpetuar nuestro colaboracionismo con el genocidio del pueblo palestino, un horror cotidiano que está movilizando a amplios sectores populares, no solo en Europa. Por ejemplo, entre otras multitudinarias manifestaciones recientes, están las enérgicas protestas populares en el Magreb, que preludian futuros cambios políticos en el  Norte de África.

Por otro lado, la amenaza real para España, es decir para el flanco Sur de la Unión Europea, se concreta con especial intensidad en la actitud de la monarquía marroquí hacía el espacio marítimo de las Islas Canarias, régimen alauí que está siendo armado hasta los dientes por EEUU. Nadie puede creer, a pies juntillas, que España estaría cubierta por el articulo 5 del Tratado Atlántico ante una agresión proveniente de Marruecos; agresión que, de producirse, sería bastante más seria que la ocupación de la isla Perejil.

A su vez la Unión Europea debería de emanciparse de la costosa y peligrosa tutela estadounidense, impulsando una defensa común europea, que habría de tener en cuenta las amenazas reales y no solo las ficticias. Amenazas ficticias  derivadas mayormente de la propaganda impuesta por los lobis financieros, que nutren con dinero público al complejo militar-industrial. Enormes cifras dedicadas a la adquisición de armamento, que van en detrimento de las principales partidas presupuestarias para sanidad, enseñanza, pensiones, y demás apremiantes necesidades sociales.

El llamado “Estado del bienestar” europeo está en grave riesgo por la creciente voracidad del capital transnacional, que orienta su estrategia hacia la destrucción de lo publico en beneficio del capital privado, creando necesidades bélicas artificiales en donde poder invertir y rentabilizar sus capitales ociosos.

Una vez abierta esta puerta hacia el averno, será muy difícil cerrarla, pues el complejo militar-industrial tenderá a acrecentar sus beneficios, induciendo una espiral de militarización de la sociedad, y el consiguiente incremento de la locura belicista, que tantas muertes y destrucción ocasionó en el siglo pasado.

La OTAN ejerce su mayor influencia a través de una organización satélite poco conocida por el gran público: el Consejo Atlántico, una organización no gubernamental diferente del Consejo del Atlántico Norte, que sí lo es.

El Consejo Atlántico, formalmente independiente, constituye sin embargo una auténtica oficina de propaganda de la OTAN. De ella beben los medios occidentales sus noticias, análisis y planteamientos estratégicos. Medios de gran alcance internacional e influencia tienen en ella una de sus fuentes principales de información geoestratégica.

La OTAN dispone, por lo tanto, de una pantalla formalmente independiente que es el Consejo Atlántico, promoviendo a través de su densa red capilar de intereses industriales, financieros, políticos, mediáticos, científicos y universitarios, el vasallaje de las conciencias.

Fuente: Diario Red


*Manuel Ruiz Robles (Madrid, 1943). Oficial de la Escuela Naval de Marina, realizó estudios de especialidad en la Escuela de Transmisiones y Electricidad de la Armada (ETEA) de Vigo, y posteriormente de ingeniería de telecomunicación en Supelec y de doctorado en Física de la Energía, ambos en la Universidad de París. Además es licenciado en Ciencias por la Universidad Autónoma de Madrid. Desarrolló la mayor parte de su carrera militar en el cuerpo de ingenieros de la Armada, como jefe de programas de investigación en áreas de contramedidas electrónicas y sensores de infrarrojo; simultáneamente fue profesor de electrónica en la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Armas Navales (ETSIAN). Entre otras actividades, fue conferenciante en el CESEDEN, representante del Ministerio de Defensa en el Programa Nacional de Microelectrónica y delegado español en el Comité Científico de la OTAN (Sección de Óptica e Infrarrojo). Fue condecorado en dos ocasiones con la Cruz al Mérito Naval, por su labor científico-técnica. Alcanzó el empleo de capitán de navío de la Armada, pasando en el año 2008 a la situación de retirado al cumplir la edad reglamentaria. Fue miembro de la histórica Unión Militar Democrática (UMD).