
Con enorme pesar y una inmensa rabia que enturbia la mirada, pero nunca la razón, nos despedimos de Egipto. La guerra contra la barbarie y el mal lleva años fraguándose y es un camino largo, difícil, tortuoso. Hemos ganado la batalla de la honestidad y la fraternidad, hemos conseguido que, por primera vez en la historia de la humanidad, los pueblos de todos los rincones del mundo se unan en un objetivo común: parar una guerra genocida, un asesinato de miles de personas inocentes, desarmadas, cuyo único delito es haber nacido en un lugar equivocado, en querer vivir y morir en la tierra que siempre fue suya, en la que están enterrados sus ancestros y de la que, desde hace muchos muchos años (la primera oleada de judíos a Palestina data de 1881) pretenden expulsarles fuerzas extranjeras.
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