
La familia Reyzabal, dueña del Cine de la Prensa Super 8, tras el reparto de la herencia y división de la empresa (eran también los dueños del emblemático cine Callao y otras muchas empresas) despide a la mitad de sus trabajadores alegando pérdidas.
Trabajadores de más de 55 años y más de 15 años de antigüedad han sido despedidos, aplicándoles la reforma laboral, con una indemnización ridícula, que para nada corresponde a lo legal. La comunicación de los despidos se hizo mediante burofax.
Los trabajadores despedidos tomarán medidas legales y cuantas estén en su mano para reclamar sus derechos.
La familia Reyzábal
En 1979, cuando se inauguró la primera de las moles que poblaron el complejo Azca de Madrid, hacía un año que había fallecido Julián Reyzábal (Caleruega, 1903), el patriarca de la familia propietaria. Para entonces, él y sus siete hijos (Florentino, Jesús, José María, Eduardo, Julián, Milagros y Fortunato) dominaban ya un vasto imperio inmobiliario colmado de edificios residenciales, oficinas, suelos y locales comerciales.
Para entonces, la familia era dueña también de una línea de cosméticos, varias de las discotecas más conocidas de Madrid -entre ellas, la Xenon, la Victoria y la Cleofás, elenco al que sumó la Windsor- y una treintena de salas de cine repartidas por todo Madrid entre las que estaban el Cine Callao, el Palacio de la Prensa, ambos en la Gran Vía, los cines Luchana, Carlos III, Bilbao, Roxy B, Velázquez o Goya.
Durante tres décadas, los Reyzábal Larrouy pusieron nombre y apellidos a la caspa del ocio madrileño. Julián se dejaba ver ante los periodistas en el restaurante La Dorada en compañía de Raúl Sender, Moncho Borrajo, Eloy Arenas, Norma Duval o María José Cantudo, y el resto de artistas de sus espectáculos. Marujita Díaz ponía su imagen a disposición de los laboratorios cosméticos, y los cines exhibían las películas que ellos mismos producían o distribuían.
La inercia exitosa se alargó hasta finales de la década de los 80. A varias desgracias familiares se unieron el laxo control financiero del negocio, la imparable competencia del vídeo, el deterioro de los inmuebles y el aumento de las peleas intestinas dentro de una familia deshecha por las herencias que no han cesado hasta la actualidad. La muerte en 1993 de seis personas tras el desplome de la marquesina sobre la taquilla del Cine Bilbao de Madrid puso evidencia, más si cabe, la decadencia de unos negocios que fueron cayendo uno tras otro como fichas de dominó.
La venta en 2006 de la Inmobiliaria Asón -madre de los negocios familiares y dueña del edificio Windsor- a El Corte Inglés por 480 millones de euros propició el desmembramiento del imperio inmobiliario, en parte ya disgregado.
Dos sagas, Florentino Reyzábal y sus dos hijas, por un lado -al frente de Reyza 2006-, y la rama de los Saralegui Reyzábal -dueña de New Wings Group- regentan las compañías más nutridas. El saldo familiar arroja un patrimonio neto de en torno a 370 millones de euros, completado con varias sicavs (Mesana y Barranco 2000) y las sociedades Nueva Cocisa, Nueva Najarra, Alonso y Cía, Rey Servi y Greynver.
Las peleas cainitas por una gran fortuna
Javier Reyzábal Gómez, hombre que estuvo detrás de la venta de los terrenos del Windsor a El Corte Inglés, falleció enel 2014 de manera fortuita, víctima de un infarto, con apenas 42 años y dejando huérfanos a dos menores de edad, Javier y Olivia. Su viuda, Ángela Roig, hija del que fuera presidente del Valencia CF Francisco Roig, y sobrina del dueño de Mercadona, Juan Roig, confió en su suegro, Florentino Reyzábal Larrouy, el reparto de la herencia, ya que este había sido nombrado, ya en vida de Javier, albacea y comisario contador partidor de la herencia, es decir, en garante de que los menores recibieran la fortuna de su padre, como miembros de una de las sagas más importantes del sector inmobiliario de la capital.
Tras valorar los bienes y llegar a un acuerdo con Ángela Roig para que renunciara en favor de sus hijos a parte de la herencia que le dejó su esposo, fundamentalmente acciones de una sociedad familiar, y asumiera las deudas de su marido, el 27 de septiembre de 2012 se autorizó la escritura de división y adjudicación de la herencia. Papel mojado. Sólo un año después, en octubre de 2013, Florentino Reyzábal otorga una escritura de adición de bienes a la herencia, en concreto, participaciones en unas fincas en México, que Ángela, como representante de sus hijos, se niega a firmar. Acababa de abrirse la caja de los truenos.
Y las peleas cainitas por el control de la fortuna familiar siguieron y traspasaron las generaciones pero que afectan a todos sus trabajadores que para esta familia son meros peones con los que juegan a su antojo e interés.