Horacios, Lucrecios, Verginios, Menenios. La historia dice que fueron las familias más antiguas y fundadoras de la antigua Roma. Pater familias que crearon un orden social en el que ellos, los patricios, gozaban de privilegios y prerrogativas. Con el tiempo, aparecieron los Julios, Domicios, Pinarios, Postumios, Claudios, Valerios, Junios, Sergios, Servilios y Cornelios. Y, entre todos ellos, se repartían territorios, cargos, prebendas, corruptelas, negocios, esclavos y ejércitos.
Han pasado dos mil años. Ya no hay Imperio Romano. Pero en la entonces conocida Hispania se puede distinguir un puñado de entidades y apellidos –los Borbones, los Pujol, los Rato, los Botín– que quizá no se repartan privilegios y prebendas como en la edad Antigua, pero que sí se comportan como patricios, disfrutando de prebendas y privilegios –concesiones públicas, incentivos fiscales, puertas giratorias–. Y, cuando esas prebendas y privilegios no resultan suficientes, se aprovechan de paraísos fiscales para pagar menos impuestos.