Aprueba una ley de emergencia que impedirá la entrada de migrantes desde Italia
«No podemos acoger toda la miseria del mundo». Así justificó ayer el ministro del Interior austriaco, Wolfgang Sobotka, la decisión delParlamento de aprobar una nueva ley que permitirá a las autoridades del país centroeuropeo declarar el «estado de emergencia» cuando el territorio se vea sometido a una afluencia masiva de migrantes.
Aunque la letra puede parecer razonable, el fondo entraña grandes peligros. Con este nuevo giro a la derecha de la coalición de conservadores y socialdemócratas que sostiene al Gobierno, se podrá limitar al máximo en la práctica el derecho a solicitar protección internacional. Los ecologistas hablaron de la «supresión de facto del derecho al asilo» y es que el nuevo parche legislativo permite reducir a 3 años el límite en la concesión inicial de asilo, restringe el derecho a la reagrupación familiar y abre las puertas a desplegar medidas para sellar las fronteras con otros países de la UE.
El nuevo plan de contención migratoria se fraguó a lo largo de los últimos meses, al calor del populismo y la efervescencia de los partidos ultraderechistas. El golpe que asestaron en las recientes elecciones presidenciales, ha servido de acicate para que los partidos tradicionales sacasen adelante, con desertores en sus filas, una normativa a la que algunos se acercan con terror solo de pensar en las posibilidades que ofrece a los partidos xenófobos para actuar contra los migrantes con impunidad si el Gobierno cae en sus manos en las generales del 2018.
Pero, ¿qué consecuencias tendrá en la práctica? Las puertas del país se cerrarán a cal y canto, como ya ha ocurrido con otros socios del espacio Schengen, para evitar que lleguen más refugiados o migrantes. Viena amenaza abiertamente con aislar a Italia si no muestra «voluntad» y «coopera». La impaciencia y la inquietud de los ciudadanos austríacos pueden empujar a las autoridades a decretar el «estado de emergencia». Esta declaración permitiría desplegar en el paso fronterizo de Brennero (norte de Italia) una valla móvil de hasta 400 metros que ya está en fase de construcción. Esa misma alambrada podría cortar la circulación en la autovía que conecta ambos países. La arteria vial vería reducido el límite de velocidad a los 30 kilómetros por hora con el objetivo de bloquear la frontera y permitir el chequeo de coches y camiones.
El Gobierno austríaco está listo para desplegar a 250 nuevos efectivos de policía para las labores de chequeo y vigilancia. El mensaje es claro. Austria no quiere más migrantes. El año pasado recibió 90.000 solicitudes de asilo, equivalentes al 1% de su población. Por eso impuso un techo de 37.500 demandas anuales y por eso está barriendo la presión hacia su vecino italiano, al que acusa de «no hacer su trabajo».
Renzi, furioso
¿Están fundadas estas últimas acusaciones? El primer ministro italiano, Matteo Renzi, no lo cree así. Ayer reaccionó con furia y aseguró que Italia «continúa salvando vidas en el mar». En el 2016 ha recibido menos migrantes en comparación con el mismo período de 2014. En total son 26.000. Pero Austria cree que a finales de año podrían llegar hasta 300.000. Al margen de la desproporcionalidad de la medida, Renzi fue visceral al recalcar que la ley austríaca vulnera «descaradamente las reglas europeas», además de asegurar que va contra «la historia, la lógica y el futuro».
Italia, como Grecia, está sufriendo en sus carnes el olvido de sus socios. El Mediterráneo central se calienta y Libia no es Turquía. Roma no podrá deportar refugiados como hace Atenas. Las autoridades helenas expulsaron ayer de vuelta al país otomano a 12 sirios que pidieron ser reubicados.