Por Gabriel Alcolea
No echen mano del diccionario. El término “amapolizados” no lo encontrarán. Pero es una licencia eufemística que he supuesto al acordarme esta mañana de cómo anda por España el personal.
La amapola, en una de sus especies, es una planta herbácea de la familia de los opiáceos, con un raro nombre científico –como todos los nombres científicos, claro-: Papaver Somniferum, y es también conocida como adormidera, planta del opio, dormidera, planta blanca y no se cuántas cosas más.
Asimismo, Amapola es el título de una bellísima canción, compuesta en 1924 por un músico gaditano, afincado en New York y que fue recogida en varias películas. Entre otras, en la mejor y última cinta de Sergio Leone de 1984, complementando la, posiblemente, mejor banda sonora de la historia del cine creada y orquestada por el inigualable músico Ennio Morricone. La excepcional película, catalogada como una de las mejores de la historia cinematográfica, se titulaba Érase una vez en América y estaba protagonizada por el soberbio Robert de Niro… Va de gánsteres.
Pues dicho esto sobre la amapola, parece –también- que estemos todo el día tragándonos grandes dosis de este estupefaciente y andemos adormilados, dando pábulo a lo que al actual Gobierno de España y sus jefes, los capos europeos y mundiales, les interese que nos traguemos.
Ya resulta normal y cotidiano ver hasta los más progresistas e inteligentes periodistas, contertulios, politólogos, sociólogos, etc. hablar de que estamos metidos hasta las ingles en la crisis y en el rescate, hasta el punto de que se han olvidado de total manera la forma en que podríamos salir de ella… o, al menos intentarlo. La tragedia la dan como asumida y nos están haciendo tragar «a todo quisque» lo de «no hay dinero», «estamos endeudados hasta los ojos», «esto no tiene solución», «han de rescatarnos sin más», «no podemos pagar las deudas», etc., etc.
Es cierto que la balanza se ha desnivelado enormemente a favor de los gastos. Hechos incuestionables lo avalan. Pero no es menos cierto, como dice Merkel, que eso ha estado motivado por los malos gobernantes que hemos tenido. Empezando por el señor González y terminando por el señor Rajoy.
¿Por qué demonios tuvimos que sacar billete para un transatlántico en crucero de lujo, ajeno totalmente a la idiosincrasia, capital, cultura y medios de los españoles? ¿Por qué ese empeño en ser “europeos”? Después de la incivil guerra, con el lucro cesante humano, físico, síquico y económico que ese sufrimiento y división ya suponía per se, ¿cómo íbamos a pretender ser ni siquiera parecidos a los que habían sufrido, pero también combatido unidos, la intervención militar de la segunda guerra? Además, recién salidos de una dictadura, con la escasa cultura europea que tenían los españoles, lo mal vistos que estábamos por culpa del anterior régimen, ¿a santo de qué podríamos emparentar con los europeos? ¿No era más fácil que nos vieran como unos inexpertos catetos y futuros consumidores de sus productos? ¿Quizás fuimos de cabeza por las subvenciones a recibir y que, en el fondo, sólo eran inversiones a futuro de alemanes, franceses, belgas, italianos y holandeses? ¿Por qué destrozamos todo nuestro tejido industrial, productivo -aunque fuera en poca medida-, manufacturero, agrícola, ganadero, etc., etc.? ¿Cómo puede un pequeño empresario jugar a convivir, relacionarse y ser amigo con Botín, Florentino Pérez, Amancio Ortega o la Duquesa de Alba? ¿Tan adormecidos estaban nuestros políticos, o es que les interesaba de manera particular?
El daño que nos han hecho a todos los españoles ya hemos empezado a notarlo sobre nuestras propias carnes y, más adelante, lo notaremos con más vehemencia, como ahora los griegos y los portugueses.
Pero, aun así, no podemos, ni debemos creernos las falaces cuentas que están haciendo con nuestro trabajo, nuestro salario, nuestra Educación, nuestra Sanidad, nuestros mayores, nuestros hijos, nuestros logros, nuestros derechos… nuestra vida.
La gente debe despertar, rechazar esta droga y decir ¡ya basta!. Los primeros, los encargados de los medios de comunicación. Son estos los que deben ayudar a despertar a los ciudadanos. Podemos y debemos recuperar la estabilidad del presupuesto económico de España y no en base a las falseadas cuentas del PP, sino en base a una redistribución justa de los medios con que contamos y con los que hemos de “obligar” a contar a las clases más pudientes. A aquellos que, cuando la vaca ha estado dando leche, sólo se han ocupado de recoger el cubo lleno, pero jamás, jamás, de darle comida, llenar el pesebre de alfalfa para que el animal siga produciendo.
Si han de quebrar bancos y empresas endeudados hasta los ojos, que lo hagan. Cuando repartían fuertes dividendos –hace apenas dos años-, los accionistas de esas empresas “privadas” –no lo olvidemos- no decían ni pruna. Ahora están temerosos de quedarse sin sus ahorros.
Digámosles a las SICAV lo que en verdad deben tributar. Sin miedo, como les ha pasado a estos papanatas gobernantes, de que quieran irse de España. Si se van, que se vayan, pero, además de con su dinero, con toda su familia, porque jamás podrían regresar a España.
González, pero sobre todo Aznar, nos dejó –con precios de saldo- sin las mejores empresas públicas, pero pueden recuperarse, pagándolas a sus actuales propietarios del mismo modo y manera que ellos las compraron –las recibieron, más bien-.
Los acreedores, principalmente bancos alemanes, franceses, belgas, chinos, etc., así como los proveedores habituales –muchos de ellos vendiéndonos productos de nuestra propia tierra-, que no teman no cobrar. Lo harán, pero en su momento. En aquel momento en que una pobre viuda de ochenta años deje de percibir la mísera pensión que recibe, o cuando un matrimonio con hijos en edad escolar tenga un puesto de trabajo decente y un sueldo digno. Nunca antes.
Los grandes empresarios españoles y extranjeros (¿sabían ustedes, -es sólo uno de los muchos ejemplos que hay en España- que el 50% de Repsol es capital extranjero, igual que la mayoría del accionariado del grupo Prisa -sí, el de El País?), aquellos llamados por Zapatero y el Borbón, no volverían a ser llamados “a consultas”, sino a crear puestos de trabajo, bajo esta premisa: o lo toman… o lo dejan. ¡Elijan!
La situación es extrema y, por ello mismo, se requieren medidas y soluciones extremas, no ponerse al pie de los caballos y, encima, de rodillas y llorando, como está haciendo Rajoy y antes lo hicieron los demás.
Existen mil y una medidas, muchas en la mente de todos, que aquí ahora no cabrían; pero con un régimen justo, libre, honesto, sin esta asquerosa corrupción que llena España entera de porquería, basura y 87.000 millones de euros cada año de dinero negro; con un sistema que sólo la República puede aglutinar, saldríamos hacia delante a nuestra manera, a nuestra forma, tamaño y medida, con nuestras costumbres, con nuestras capacidades normales, sin lujuriosas pretensiones de gentes que nada tienen que ver con nosotros, sino es para tenernos como esclavos.
¡Con la Tercera República!
Gabriel Alcolea
Republicanos