El litoral privatizado de O Parrote


La Solana y el hotel Finisterre fueron levantadas en terrenos públicos durante el franquismo, por lo que la Comisión Aberta en Defensa do Común rechaza su venta

La decisión de la Autoridad Portuaria de poner a la venta las instalaciones del hotel Finisterre y de La Solana para financiar las obras del puerto exterior reabre el debate sobre la privatización de espacios públicos en la ciudad, que en los últimos meses se ha centrado sobre la subasta de las parcelas del Ministerio en A Maestranza. Al igual que en este caso, la Comisión Aberta en Defensa do Común rechaza su venta y exige la devolución de unos terrenos de propiedad pública y cuya ocupación por empresas se produjo durante el franquismo.

Evitemos el expolio en A Coruña.La Solana no se vende. Firma la petición

El Gobierno local anunció su intención de adquirir La Solana debido al bajo precio al que sale a subasta -1,3 millones de euros por 25.000 metros cuadrados de superficie- y a su convicción en que con esta operación se evitaría su compra por una sociedad privada.

La inexistencia de instalaciones deportivas adecuadas para la práctica de la natación deportiva fue el origen de la ocupación de la playa de O Parrote poco después del final de la Guerra Civil. El nadador coruñés Armando Casteleiro Varela fue el impulsor de la construcción en este lugar de una piscina en la que se pudieran desarrollar competiciones de esta especialidad, por lo que propuso a la Junta de Obras del Puerto la construcción de un complejo que también dispondría de gimnasio e instalaciones complementarias.

Casteleiro recibió la autorización del Gobierno el 4 de febrero de 1941 y solo once días más tarde el Ayuntamiento aprobó el proyecto, cuyas obras comenzaron al día siguiente, lo que revela que el promotor de esta iniciativa disponía de buenas relaciones con el poder. La Solana abrió sus puertas el 17 de julio de 1942, después de una inversión de más de un millón de pesetas que hizo posible, además de la construcción de una piscina de 33 metros de longitud, de una sala de fiestas en el mismo recinto.

A partir de ese momento, el complejo albergó numerosas competiciones de natación y se convirtió en una referencia para este deporte en Galicia, pero poco después se planteó un nuevo proyecto que incrementaría la ocupación de suelo público en la zona. Uno de los extremos de La Solana era el solar donde hasta 1928 había estado situada la antigua cárcel provincial, que se comunicaba con el edificio de Capitanía General, en el que también se hallaba la Audiencia, por lo que los presos eran conducidos directamente a la sede judicial sin necesidad de salir a la calle.

Casteleiro proyectó situar en ese lugar un hotel, para lo que formó una sociedad en la que también se integró el empresario Aurelio Ruenes y el arquitecto Santiago Rey Pedreira, quien diseñó el edificio. La inauguración se llevó a cabo en 1948 y el Finisterre, con 126 habitaciones, pasó a ser el hotel más destacado de la ciudad gracias a sus instalaciones y su situación al mismo pie del mar. El Banco Pastor se convirtió años más tarde en accionista de la sociedad propietaria del hotel, Finisterre, en la que se incluyó La Solana, y terminó por disponer de la mayoría del capital. En 1965, la empresa decidió acometer una gran ampliación del recinto deportivo mediante el relleno de la parte de la playa de O Parrote situada entre el hotel y el castillo de San Antón, aunque las obras no comenzaron hasta 1968 y concluyeron dos años después para dar a La Solana sus dimensiones actuales.

También el hotel experimentó modificaciones a lo largo de su historia, puesto que en los años sesenta fue remodelado, aunque fue en 2002 cuando se sometió a su reforma más importante para reducir a 92 sus habitaciones y así pasar a disponer de cinco estrellas, la máxima calificación hotelera, para lo que la empresa efectuó una inversión de 11 millones de euros.

La integración del Pastor en el Banco Popular convirtió a esta última entidad en propietaria del hotel junto con el empresario Juan Carlos Rodríguez Cebrián, mientras que la Fundación Barrié conservó una pequeña participación. En 2014, el argentino de origen gallego Gustavo Alejandro López Patto y el madrileño Antonio Rey Alba, también con familia gallega, adquirieron la empresa Finisterre, cuya concesión de la Autoridad Portuaria, a la que abona un canon de 97.000 euros al año, termina en 2027.

Si el Puerto finalmente vende estos terrenos, tanto el hotel como La Solana mantendrán su actividad durante los 11 años que faltan para que termine la concesión. La gestión del hotel es desempeñada por el grupo NH, mientras que la del complejo deportivo corresponde a Metropolitan Spain, que en los dos casos concluyen sus contratos con Finisterre en el año 2019.

La Opinión A Coruña