Se narra la vida de Cayetano Maldonado, un personaje de ficción inspirado en otro real y en los acontecimientos ocurridos entre la dictadura de Primo de Rivera y el final de la Guerra Civil.
El 15 de noviembre de 2017, presentación del libro: «El médico de los pobres». Lugar: Centro Cultural Palmera-Montero. Hora: 19:00. Autor: Vladimir Merino Barrera
Malagueño de origen humilde y que gracias a su tesón y trabajo, conseguirá terminar sus estudios de medicina en Granada, haciendo posteriormente el doctorado en la universidad de Leipzig, Alemania. Allí sufrirá el primer choque con una realidad compleja y convulsa. Vivirá de cerca el alzamiento del nazismo, siendo imbuido por las ideas revolucionarias de sus compañeros de universidad
Con el tiempo hará realidad su principal proyecto sanitario, la inauguración en Málaga de un hospital, ubicado en las inmediaciones del barrio del Limonar. Por ello y principalmente por la forma de gestionarlo, entrará en continuo conflicto con los estamentos sanitario-económicos de la provincia.
La historia, salpicada de numerosos acontecimientos, absorberá al protagonista principal; rodeado a su vez de varios personajes que ayudarán a completar el relato y que junto al médico, también lucharán por abrirse camino en una provincia convulsa entre los intereses de una clase muy pudiente y una población empobrecida, con graves carencias alimentarias, de educación, sanitarias, etc…
Finalizada la guerra civil, Cayetano será fusilado contra las tapias de la Alhambra. Sin embargo, y a pesar de los oscuros silencios, su recuerdo quedará ensalzado en los relatos de una anciana agradecida a quien muchos años antes, había ayudado a su madre a dar a luz y a ella a venir a este mundo.
COMIENZO DE LA NOVELA ó PRIMERAS LÍNEAS:
CAPÍTULO 1.-
Cayetano era más tozudo que una mula. Ya podías decirle que aflojara; si estaba convencido, si creía que su objetivo era posible, no había quién lo parara. Seguía, seguía, machacaba hasta límites agotadores y al final… conseguía su objetivo o lo perdía; si era lo segundo, no daba el brazo a torcer hasta el último momento, hasta ese instante en que todos sabemos que ya no hay nada que hacer y que es un sinsentido continuar. Pues bien, Cayetano siempre tenía guardado en la recámara algún disparo verbal y éste, sabía utilizarlo para limar en sus enemigos el placer de verlo derrotado.
—¡Orégano sea! —gustaba decir siempre que algo no salía bien o sus rivales ganaban la partida. Quería expresar que aun habiendo perdido no daba la derrota por definitiva, advirtiendo a sus adversarios que no debían olvidarle, que volvería. Y lo cierto es que tuvo que repetirlo en muchas ocasiones; especialmente los últimos años de su vida.
No puede saberse si también lo expresó en su acto final; tenía la cabeza cubierta con una sucia y negra capucha, solo se oían las órdenes del oficial dirigidas al pelotón de fusilamiento. Tras el ensordecedor trueno de los diez adiestrados máuseres y el tiro de gracia, el silencio ocupó la totalidad.
Era un atardecer soleado de primavera, de esos que se graban en la retina de los ojos cuando la luz rebota sobre las murallas rojizas de la Alhambra; en su cercanía, también sobre el Cerro de la Sabika, en un viejo paredón de una odiosa tapia, vecina y ajena a la belleza granadina y nazarí, el teniente Carmona con su Astra 300, empuñándola en su mano izquierda —era zurdo— reventó el cráneo de quien había sido llamado en Málaga El Médico de los Pobres. Acto a todas luces innecesario, dado el castigo corporal recibido con la descarga del pelotón de fusileros. Lo llamaba tiro de gracia y algo de eso tendría, porque se vio sonreír al teniente al apretar el gatillo.
Muchos dijeron que si el cielo existe, Cayetano fue directo. Muchos otros no pudieron ni siquiera pensarlo porque ya no eran de este mundo; habían adelantado al médico en ese viaje sin retorno. Abundaban los tiros de gracia, también las ráfagas indiscriminadas y los obuses bien dirigidos contra todo lo que se movía en su ciudad de acogida; esa ciudad que junto al resto de España, estalló en fuego y lágrimas. Fueron seis días de febrero los necesarios para que sus ciudadanos tuvieran que entregar las llaves por ser perdedores. Las entregaron al poderoso reino de la barbarie, dejando en la provincia un balance desequilibrado entre vencedores y vencidos; diez mil cadáveres de un lado y apenas un centenar —la mayoría italianos— del otro. Mientras sus soldados cantaban Faccetta Nera, un Mussolini pletórico saludaba efusivamente al General Gonzalo Queipo de Llano.
Cayetano nació en Teba, pequeña localidad malagueña del interior; corría el año 1897 y vino a este mundo en el seno de una familia sencilla pero orgullosa de sus ancestros; era poseedor de un primer apellido ilustre y libertador. Siempre alardeó de ser descendiente directo de Francisco Maldonado y por tanto, aunque muy lejano y con olvidadas raíces en Salamanca lugar originario del conocido comunero, él, también Maldonado, presumía de un currículum genealógico que decía, le venía de muy lejos; incluso mucho antes de la muerte de la última víctima de la Inquisición, aquella vieja que en el año 1781 fue quemada por tener comercio carnal con el demonio y por conseguir que las gallinas pusieran huevos con profecías escritas en la cáscara.
Cayetano Maldonado de la Serna, terminado su bachiller y con la ilusión y energía que da la juventud, tiempo después fue a estudiar a Granada; su padre deseaba que dedicara sus esfuerzos universitarios para ser ingeniero.
—Usted, Padre, no debe obligarme a estudiar eso de la ingeniería; sabe que no me gusta, que lo mío es otra cosa —decía con convicción.
Él quería estudiar medicina y así fue. Terminó la carrera con notas sobresalientes; tanto que cinco años después de llegar a Granada, pudo cursar el doctorado en Alemania, en la universidad de Leipzig.
Perfeccionó rápidamente su dominio del idioma de acogida y en la universidad, un hervidero de antagonismos, fiel reflejo del país en esa época de la República de Weimar, hizo buenos amigos que influirían definitivamente en su futuro…
Aunque estoy muy sorprendida de la publicación de este libro , quiero agradecer el interés mostrado por sacar a la luz , la vida de quièn fue un hombre ejemplar y modelo aún edificante para la Humanidad de nuestros días ! Muchas gracias …
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