EL EXILIO REPUBLICANO, por Daniel Fernández


En 2019 se cumplieron 80 años del fin de la Guerra Civil española y de la huida de republicanas y republicanos españoles hacia Francia, norte de África y el continente americano. Fue La Retirada una diáspora de masas, calculada en unas 480.000 personas, de larga duración y plural porque incluyó personas de todos los estratos sociales, políticos y económicos, desde simples asalariados o amas de casa hasta un muy elevado número de intelectuales, en torno a unos 5.000.
La caída de Barcelona el 26 de enero de 1939 precipitó la Retirada y, entre finales de enero y el mes de febrero de aquel duro y muy gélido invierno, aproximadamente medio millón de españoles republicanos vencidos, de todas las clases sociales y edades (ancianos, mujeres, milicianos y niños), desarmados y ligeros de equipaje, atravesaron con sus maletas y bultos la frontera francesa.

Para la mayoría de nuestros intelectuales exiliados la primera experiencia de su exilio francés fue la de los campos de concentración: Argelès, Saint Cyprien, entre otros. Los artistas, escritores e intelectuales republicanos internos en estos campos de concentración franceses preferían, por razones obvias de lengua y cultura, exiliarse en América, sin olvidar que muchos exiliados republicanos españoles terminaron por convertir Francia en su residencia definitiva y que permanecieron en una Europa abocada a la Segunda Guerra Mundial. Instalados en sus distintos países de acogida y creadas nuevas instituciones como la Junta de Cultura Española, fundada en París en marzo de 1939, los intelectuales republicanos exiliados pudieron publicar durante aquel mismo año sus primeros libros, editar sus primeras revistas, exponer sus primeros cuadros o dar sus primeros cursos en aquellas universidades americanas.

EL INICIO DE LA RETIRADA

A finales de 1938, tras el hundimiento del frente del Ebro, Franco comenzó su ofensiva en Cataluña. la caída de Barcelona precipitó un éxodo anunciado. Entre el 28 de enero y mediados de febrero de 1939, unos 500000 refugiados cruzaron la frontera entre Andorra y el Mediterráneo. las autoridades francesas aprobaron primero el paso de mujeres, niños, ancianos y militares heridos,y, más tarde el de los militares del ejército republicano.

A pie, en burro, a caballo o en camión este éxodo se dirigió hacía los diferentes pasos fronterizos de los pirineos Orientales todavía abiertos. Los fascistas no llegaron al Coll dÁres hasta el 13 de febrero. en las montañas de la Cerdaña, del Vallespir y de la Albera, a menudo cubiertas de un manto de nieve, la mayorías de los republicanos cruzaron la frontera por senderos de cabras y de contrabando. otros probaron suerte por la costa.

A mediados de febrero de 1939, este éxodo masivo, conocido como «La Retirada», llega a su fin, aunque durante meses miles de refugiados siguieron aún pasando clandestinamente a Francia.

El dispositivo policial y militar francés tenía como objetivo desarmar a los soldados republicanos y dirigirlos a campos de concentración provisionales establecidos en las playas de Argelès-sur-Mer y Saint-Cyprien. Los heridos, los enfermos, las mujeres y los niños serían evacuados gradualmente y traslados a refugios repartidos por toda Francia. no obstante, algunos miles de mujeres y niños quedaron atrapados en los campos de los Pirineos Orientales. Poco a poco, se erigió una segunda red de campos de concentración en el suroeste del país, como los de Le Barcarès, Bram, Agde, le Vernet, Septfonds y Gurs.

Prácticamente unos 250 000 de los exiliados republicanos consiguió regresar a España donde recibieron una dolorosa acogida. De la otra mitad, muchos murieron en campos de concentración franceses tanto como en las filas de la resistencia o en los campos de trabajos y en los de exterminio nazis. los supervivientes de integraron en los países que los recibieron, principalmente en Francia. la mayor parte de estos desterrados no pudo regresas a su patria hasta la muerte del dictador.

La figura de Philippe Gaussot

Philippe Gaussot nació el 28 de agosto de 1911 en Belfort, donde su padre, entonces capitán, estaba en la guarnición. El más joven de ocho hermanos, es prácticamente el único que no acepta ni una carrera militar ni una religión. En 1914, los Gaussots tuvieron que huir de Belfort bajo los bombardeos para refugiarse en Bar-le-Duc, luego en Besançon, antes de establecerse en 1920 en Bayona, donde vivieron muy felices durante cuatro años, aunque sin dinero. En 1924, regresó a Besançon, luego la familia se mudó a París en 1929, para que los dos más pequeños pudieran continuar sus estudios. Atraído por las colonias, ingresó en el Lycée Louis-le-Grand para preparar la Escuela Nacional de Ultramar de Francia. Recibido en 1931, eligió la sección de Indochina, con la esperanza de ser nombrado administrador en Camboya o Laos. Los problemas de salud iniciales arruinarán esta ambición. Al mismo tiempo, Philippe aprobó su licenciatura en derecho, investigó un poco y luego participó activamente en el lanzamiento y la caminata de la Juventud Cristiana Estudiantil (JEC); estuvo a cargo de publicaciones, produjo varios diarios y libros de ruta y escribió un libro sobre la rama Cadete, del cual era responsable, después de haber sido secretario general.

Philippe Gaussot
Luego estableció contactos con otros movimientos, como los albergues juveniles (donde conoció a Paul-Émile Victor) y los jóvenes socialistas. Para furia de su padre, reemplazó al jefe de los pioneros rojos del distrito 19 por algunos meses. En 1936 vio el advenimiento del Frente Popular intensamente. A partir de este momento, sus primeros viajes a las montañas datan, principalmente, de Barèges (campamento Bernard-Rollot) y Chamonix, donde a los 18 años hará el Grépon a la cabeza de la cuerda, y luego muchas otras carreras importantes. Se fue a hacer su servicio militar en Sospel, deseando alejarse lo más posible de París y vivir en paz como guardián de la montaña durante un año. Reformado después de un problema pulmonar, tuvo que regresar a París y luego recuperarse en Chamonix.
Tras la Guerra Civil Española, ayudado por varios camaradas catalanes y vascos, cruzó a menudo la frontera para abastecer a los republicanos sumidos en los desastres de la guerra. en febrero de 1939, hace su último viaje clandestino y regresa en un camión cargado de niños y mujeres: «Nuestro último viaje fue a Puigcerdà, donde conduje un camión de siete toneladas, con la ayuda de dos milicianos, por calles minadas».
Ya en FranciaPhilippe Gaussot y el Comité abastecen varios campos de concentración y ayudan a fundar asentamientos para acoger a mujeres y niños. Cuando estalla la Segunda Guerra mundial, alno poder ser movilizado por problemas de salud, es nombrado delegado nacional del comité donde se encarga de la reconversión de exiliados.
También participa activamente en la resistencia contra los nazis y se alista en la Fuerzas Francesas del interior. al acabar la contienda, Philippe Gaussot se establece en los Alpes, en Chamonix, donde trabaj como periodista en septiembre de 1945, finalmente ingresó en Dauphiné libéré, donde permaneció hasta su muerte. Es parte del equipo fundador del periódico, junto con Louis Richerot y Louis Bonnaure. Cubre los principales eventos deportivos como los Juegos Olímpicos de Invierno y los campeonatos mundiales de esquí, y todos los grandes dramas de la montaña
EL EXILIO Y LA CULTURA

El exilio ha sido una constante en la historia moderna española, pero ninguno tuvo la dimensión trágica del de los republicanos expulsados tras la Guerra Civil. durante los primeros meses de 1939, alrededor de medio millón de españoles cruzaron la frontera francesa en sucesivas oleadas, las últimas causadas tras la caída de Barcelona en febrero de ese mismo año. La mayoría de los exiliados fueron internados en campos de concentración improvisados, algunos de los en las propias playas del Rosellón.

En exilio fallecerían Antonio Machado o Manuel Azaña entre otros, cuyas tumbas se convertirían en lugares de peregrinación.
Machado se convertiría en una figura de homenaje. Junto a él, se repetían tres nombres más de la literatura:

Los escenarios se convirtieron en espacios de encuentro para numerosos intelectuales y creadores que colaboraron en la puesta en escena de obras de teatro y danza como dramaturgos, coreógrafos, libretistas, compositores, escenógrafos, figuristas e intérpretes. En los nuevos contextos de guerras y desplazamientos forzados, las compañías de teatro y ballet ofrecieron a los exiliados una oportunidad laboral que permitieron, no solo conocer sus propuestas allá por donde pasaron en gira, también ayudaron a crear redes de apoyo que se tejieron y reforzaron entre los exiliados españoles y los creadores locales, favoreciendo el intercambio, la experimentación y el enriquecimiento mutuo.

El mejor teatro español, al menos durante los años cuarenta, se representó en el exilio y tuvo por escenarios los teatros de América, muy particularmente Buenos Aires y México D.F. entre las numerosas compañías en las que se integraron artistas e intérpretes exiliados, destaca la de Margarita Xirgu, quien en el Teatro Avenida de Buenos Aires estrenó obras de Rafael Albertí, Alejandro Casona y Federico García Lorca.

Al no depender de la palabra, la danza del exilio logró una presencia muy amplia, no solo en Iberoamérica, sino también en otros centros de Francia, Reino Unido, Estados Unidos y la Unión Soviética. El lenguaje de la danza española sirvió de aglutinante para una comunidad dispersa, rememorando y evocando la memoria de una tierra perdida, manteniendo vivos los recuerdos y ayudando a resistir a pesar de la distancia.

La Unión Soviética

El primer aspecto diferenciador es el hecho de que el colectivo de españoles numéricamente más importante que, al finalizar la guerra, se encontraba en la Unión Soviética eran los casi 3.000 niños que habían sido evacuados en 1937 y 1938. Junto a los niños había otros colectivos que fueron a ese país durante la guerra: los educadores y personal auxiliar que acompañaron a los menores en las expediciones, los alumnos pilotos que iban a estudiar a las escuelas de aviación soviéticas y los tripulantes de los barcos españoles que se encontraban en ese país o navegando hacia él cuando terminó la guerra.

Los exiliados políticos en cuanto tales empezaron a llegar en abril de 1939, en reemigración desde Francia y el norte de África; fueron solamente algo más de un millar de personas: dirigentes, militares de alta graduación, cuadros medios, militantes de base; con sus familias y con una adscripción política clara al Partido Comunista de España (PCE). No solo se trasladaron La dirección del PCE, incluidos José Díaz, su secretario general, y Dolores Ibárruri, La Pasionaria, quien se trasladó a Moscú, sino también escritores como Celso Amieva, César M. Arconada, José Laín o Julio Mateu; periodistas como Eusebio Cimorra o José Luis Salado; escultores, científicos, militares, deportistas,espías, ingenieros, arquitectos y médicos.
Muchos participaron en la Segunda Guerra Mundial en las filas del ejército soviético, muriendo en el frente oriental como Rubén Ibárruri, hijo de Pasionaria. Otros alcanzarían los más altos honores dentro del Ejército soviético. Más tarde, algunos volverían a España en 1954, en el Semímramis, mezclados con miembros de la División Azul capturados por los soviéticos.
Argentina

Argentina fue el gran foco cultural del exilio, si bien toda Iberoamérica  recibió a los exiliados siendo significativos diversos países de Centroamérica, México, Colombia y Venezuela. A Buenos Aires arribaron políticos como Niceto Alcalá Zamora o Luis Jiménez de Asúa, presidente de la República en el exilio; un historiador relevante como Claudio Sánchez Albornoz, quien también ostentaría el cargo de presidente en el exilio; escritores como Rafael Alberí, Francisco Ayala, Alejandro Casona, Rafael Dieste, Maria Teresa León, Arturo Serrano Plaja o Lorenzo Varela; relevantes artistas plásticos; o el fotógrafo José Suárez.

Fue importantísima la contribución de los exiliados españoles a la labor editorial argentina gracias a Gonzalo Losada (fundador del sello Losada), Álvaro de las Casas (emecé), Arturo Cuadrado (Botella del Mar), Antoni López Llausás (Sudamericana), Joan Merli (Poseidón) entre otros. obra del exilio fueron también las grandes revistas Correo literario, Galicia Emigrante, y De Mar a Mar.

Francia

Grande fue la contribución de los exiliados españoles a la Resistencia, ya la liberación del país de los nazis, especialmente en el Centro y el Sur. Tampoco se puede olvidar la presencia de los españoles de la Nueve que, a finales de agosto de 1944, y dentro de la división Leclers, participaron en el hecho de armas más simbólico de la lucha contra el ocupante, la liberación de París.

Muchos exiliados, especialmente catalanes, se dispersaron por el Midi. Toulouse fue la segunda capital francesa del exilio español, con una fuerte presencia de la militancia socialista, comunista y anarquista; con la Librairie des Éditions Espagnoles, de Josep Salvador y Antonio Soriano; y con un gran número de publicaciones populares, muchas de ellas de signo anarquista..

En París es importante la actividad de la Unión de intelectuales Españoles, que editó un longevo boletín. Francia fue, en algún momento de sus vidas, el destino de no pocos exiliados españoles, destacando escritores como Corpus Barga, Jesús Izacaray, Victoria Kent, Jose María Quiroga Pla, Jorge Semprún, Arturo Serrano Plaja… una lista en la que hay que incluir políticos como Manuel Azaña, Jose Antonio Aguirre, Julio Álvarez del Vayo, Diego Martínez Barrio, Santiago Carrillo, Santiago Casares Quiroga, Emilio Herrera, Francisco Largo Caballero, Juan Negrín, Manuel Portela Valladares, José Maldonado, Fernando Valera, Rodolfo Llopis, Federica Montseny o Josep Tarradellas, entre muchos otros.

México como país de acogida

A finales de los años 1930 y principios de los 1940, miles de españoles optaron por huir debido a la violencia y la persecución que se vivía en España durante la Guerra Civil y el franquismo. De estos refugiados se estima que la inmigración de intelectuales o élite español se conformaba de aproximadamente un 25% del total (5,500 aproximadamente). A este fenómeno también se calificó como el exilio republicano español debido a que estaban vinculados al gobierno republicano derrotado.

Los Gobiernos de las Repúblicas mexicana y española habían preparado el asilo para un gran número de españoles, cuyo desembarco data del 13 de junio de 1939, fecha en que el barco Sinaia tocó tierra en Veracruz. Los barcos Mexique, Ipanema, Orinoco, Flandre o Nyassa también significan para muchos de ellos la salvación en su nuevo país de acogida: México.

Se destaca también que llegaron además obreros, campesinos, así como militares, marinos y pilotos, hombres de Estado, economistas y empresarios, todos ellos vinculados al Gobierno republicano derrotado en la guerra.

Los primeros exiliados españoles que llegaron lo hicieron durante la guerra. El primer planteamiento del gobierno mexicano fue crear la Casa de España en México para que los filósofos, arquitectos y médicos siguieran pensando y tuvieran trabajo.

Importantísima fue la actividad de los artistas exiliados en México. Entre ellos destacaron pintores como Manuela Ballester, José Bardasano, Josep Bartolí, Enrique Climent, Roberto Fernández Balbuena, Elvira Gascón, Ramón Gaya (que terminaría instalándose en Roma), Mary Martín, José Moreno Villa, Marta Palau, Miguel Prieto (que se convertiría en uno de los grandes renovadores del diseño gráfico mexicano), Josep Renau (que además e continuar con su pintura de caballete y sobre todo con su obra de cartelista, se aventuró en el terreno del mural, colaborando en este campo con Siqueiros), Juana Francisca Rubio, Antonio Rodríguez Luna, Arturo Souto o Maria Teresa Toral y escultores como Tonico Ballester.

En 1951 se celebró en México una muestra conjunta de artistas españoles y mexicanos, anunciada por un cartel de Reanu.

Lázaro Cardenas

ELOGIO DE LOS REPUBLICANOS VENCIDOS 

«Estos que ves ahora deshechos, maltrechos, furiosos, aplanados, sin afeitar, sin lavar, cochinos, sucios, cansados, mordiéndose, hechos un asco, destrozados, son, sin embargo, no lo olvides nunca pase lo que pase, son lo mejor de España, los únicos que, de verdad, se han alzado, sin nada, con sus manos, contra el fascismo, contra los militares, contra los poderosos, por la sola justicia; cada uno a su modo, a su manera, como han podido, sin que les importara su comodidad, su familia, su dinero. Estos que ves, españoles rotos, derrotados, hacinados, heridos, soñolientos, medio muertos, esperanzados todavía en escapar, son, no lo olvides, lo mejor del mundo. No es hermoso. Pero es lo mejor del mundo. No lo olvides nunca, hijo, no lo olvides».  Max Aub Campo de los almendros 1968