
Nada más llegar me enamoro, he de reconocerlo, tengo ansias por ver más, quiero comerme la ciudad, abarcarla, subir y bajar sus empinadas cuestas, pisar el puente naranja y el otro de Embarcadero, el puente de La Bahía, que en realidad descubro que me gusta más, que es el que añoraba, esperaba ver. Se va levantando la mañana en San Francisco.
Un joven convulsiona de espaldas al gran circo en una parada de bus, se le ve el culo al sistema, al capitalismo, a la libertad, en su culo semidesnudo. Está perdido, chutado, medio matado. Pregunto al conductor de tranvía de cable municipal que me lleva si no llaman a una ambulancia, me responde normalizando que ese trabaja cuando puede, que le conocen, que no servirá de nada… No llamarán. A los perros que trotan frente a las casas victorianas de cinco millones de euritos donde se graban series famosas, se les trata mejor. No hay eutanasia siquiera para los que van a morir en pocos meses, así, abandonados a su libertad, la libertad de morir solos, lento, cruelmente, en la calle.
Hora de la City, los negocios del puto capital, chicas y chicos triunfadores o que se lo hacen, o que se lo creen, asco de gemelos edificios como los de cualquier multinacional esclavista de capital americano en que nos inmolan. Pronto quizá también caerán, con la cafeína a cuestas (por algo se empieza) para estar dormidos pese a todo con esa agua sucia que sirven en las renombradas cafeterías, líquido negro que da taquicardia; le llaman café, le llaman libertad y la meten a machamartillo en cualquier país, con armas, drogas, engaños, deseos de injerencia, los que libremente explotaron a los chinos en la California de la búsqueda del oro, de los burdeles salones de juego, que siguen, convertido en el gran casino gánster de Las Vegas que tiene museo a la Mafia y chicas que comienzan su educación universitaria, su cultura, enseñando el culo por un puñadito de verdes para pagar los créditos, o mentira. Todo una gran mentira, el gran carnaval de las miserias, de los espejismos.
Pues estábamos en la City, el line del skyline. Una mujer barriga fofa, frente a esas cafeterías, enseñando la carne, blanca esta vez, tocándose la tripa estéril, ida. Pasan polis porra en mano pero no se meten para nada con el colocado del suelo, uno, otro, otro… Son cientos. Está normalizado.
Castro barrio, los gays son los reyes del Mambo, de todo, la bandera arco iris se ve desde las Twin Peaks abriendo Market Street. Reyes. A sus pies literal otros muchos drogados se preparan a duras penas sus cartones en medio de la fiesta, de la comilona, la cenita, la búsqueda, al lado de las tiendas que lucen calzones con el culo abierto. ¡Que les den por culo a esos perdedores! Está normalizado: el drogado, el moribundo. Menos que ratas. Sigue la moda, la fiesta, pasa M. de Charlus buscando, en su mediana edad de Sodoma y Gomorra, la de Proust, y lo que la sacrosanta Inquisición 2.0, guerra híbrida nos manda creer, rezar y aplaudir en nombre de la santa madre del pensamiento único, de las conquistas nuevas de los pueblos, se bendice y no se puede ir más allá. Ya no se matan indios de aquellos, se mata de otra forma, se lleva democracia, modelos de Derechos Humanos para los que no sean unos inservibles perdedores, costosos al sistema.
Va anocheciendo en torno a Gottan y los jokers a puñaos salen a tocar el tambor de cubos, a gritar, a tirar papeleras si no ven nada de comer, sobrantes entre sus hierros; o hacia las zonas down prohibidas para ojos sensibles, más allá de las lujosas tiendas de grandes marcas que tampoco pienso mencionar en torno a Union Square. Es la mierda de la libertad, el puto capitalismo que se lo cobra así. Algunos más nuevos en un homeless sin tóxicos acuden a algún hostel permisivo a desayunar con su perrillo a cuestas, o a la biblioteca pública donde tienen ducha algunos días y se les permite estar. Los clientes jóvenes hacen la vista gorda. Pero cuántos son aún conscientes ni de quién es el esqueleto que llevan a cuestas, ni por dónde se va a cualquier sitio… Ni quien pasa, ni quién les mata…
Sigue enseñándose al turismo la primera misión franciscana allá por Missión: Dolores; se ve reluciente por Nob Hill el Masonic Auditorio y te preguntas qué hace tanto humanista por la humanidad hoy, ahora… en serio, sin coña… La gente parece contenta, es amable. El sueño americano es no caer en el asfalto, drogado, cagado, lleno de furor, idiotizado. Eso no lo ponen en la uno ni en la dos de nuestra tele, ni en la radio ni en cegatos por el mundo. No ven nada nuestros periodistas…
Solo quedan viejos haciendo de abuelos en el barrio Latino o en el chino, haciendo galletitas de la suerte cerca de su hospital para chinos y su biblioteca china, cada cual a su apaño… A los otros de los barrios altos, bajos y medios, los han retirado del paisaje o han muerto de hastío, abandono, petados… Una silla de minusválido es un objeto raro, quien no corre: muerto. No, no se llega a viejo pero tú vives feliz. El juego es seguir el juego, ganar a la ruleta, vivir a tope en el suma y sigue o perecer, cuanto antes si te pilla la mala racha, mejor. No voy a hacer propaganda a esa droga maldita que mata más rápido, 50 veces más potente o quien sabe de verdad cuánto más que el maldito jaco porque no creo en los medios mercenarios que dan las cifras, los datos, para seguir acojonándonos… Ni voy a publicar las fotos de esos seres humanos. Las tengo en la cabeza.
San Francisco, California no deja indiferente. Es bella, es el lugar hasta para poner un consultorio de pitonisa con su bolita y todo. No te discriminarán por sexo, por gorda, por alta ni por baja, pero sí por pobre aunque te dejen subir al bus con pintas. No hay represión visible, hay barbacoas en parques y ni un guardia pesado. Pero hay golpes en el alma. De allí solo se puede salir convencido de dos cosas: o te apuntas al partido comunista por crear cuando vuelvas a ser joven, y lo cambias: el mundo, o te apuntas a vaquero y a quemar la vida y triunfas o mueres: al rojo, al negro, cuestión de echarlo a suerte en este caso. Sabes que eso es así allí en toda la Norte-USA insensible y calvino-puritana para unos, hija de puta a no poder más para la mayoría de esos que deben irse comiendo los quesos ajenos antes de que se los coman a ellos y no hay más.
Sabes que no saldrás de la ratonera y que del rancho al finde en ese gran Oeste, por Nevada… por tantos otros sitios, como cerca de aquellos pueblos del oro, del Gran Cañón te queda una hamburguesa con la familia y mirar el desierto a donde irás a parar con suerte sin farmacia ni médico a pudrirte en una caravana cochambrosa, sin agua, luz… En fin, eso que exportan ahora a España, que quieren para Europa: bares abiertos, centros médicos chapados… a toda prisa. ¡Es la democracia, coño! ¡La libertad!
Los hippies hace rato que se fugaron a Ibiza donde se llevaron los últimos recuerdos de manipulación y autoengaño, los que sobrevivieron… Quedan lindos vestidos en Haight-Ashbury de colores brillantes, de telas buenas de Peggy Sue, pero esta ya se casó en el pasado siglo. El imperio ya no reluce aunque está, sigue, marca… sigue pariendo muerte, esclavitud, exterminios, martirios, el sálvese quien pueda y no les crea… Los buenos chicos pacifistas que desarrollaron su artesanía vida lejos de aquel bluff recordarán ese sol y esa chispa. En alguna librería veo a los alternativos típicos que pueblan las librerías típicas de lo cool de ahora, lo acratilla, lo letreril y borreguil con otro disfraz alternativo. Entre algún libro interesante veo la farsa de la generación beat, la farsa que les montaron. Comprendo, despierto, me llevo las manos a la cabeza. Aún sorprendiéndome, a mi edad… ¿Por qué la gente no cuenta las cosas al volver con sus lindas fotitos de sus lindos viajes?…
San Francisco es bello, amable, libre, sí. Y tiene algo en el aire, se ha borrado la huella de ese fuerte en el Golden Gate, de las peleas de los católicos por el dorado… Te quedarías allí sin pensarlo viendo las focas y los pájaros, las calles empinadas, pasar la vida. Hasta que te fijas en las caras de colágeno desatendidas, deformes, solas. Tiene el viejo enganche de las fantasías Disney, y no es para viejos ni para caer en desgracia. El todo se puede y todos podéis, el se llega en el mundo de las oportunidades, se encuentra la pepita de oro si te esfuerzas y destacas, vive allí. El enganche de la vida intensa aunque mueras joven como los traficantes que te venden, el de la infancia y el aparente Wonderworld es un enganche. Y la fiesta que nadie sabe en qué consiste y aunque las vacaciones sean noticia por ausencia de esos meses largos que allí no hay. Tiene el enganche de la sonrisa permanente que te libra del rechazo, y porque no conoces qué hay más allá, ni sabes más que, que ya no funciona Huawei porque han capado algo, pero esto ni te lo preguntas allí. Allí vas y vives y ya es bastante. Y los parques te prenden, te llaman para que eches raíces. Hay analfabetismo en vena en todo el Sur Este y Oeste, como hasta en la Universidades finas descritas por Tom Wolfe magistralmente. Saber cuesta muchas pelas… Pero no se nota porque son amables. No hay Estado, aunque siguen las Jail en los pueblos que son dos calles, o tres. Y el recuerdo, la sombra oscura de Alcatraz frente a la Bahía convertida en negocio, disfraces de broma con los presos acá y allá… Y chicas casaderas por los pueblos del Oeste también, a unas horas de allí, y a ver si pasa la suerte y chicos de los de antes de billar saloon. En fin, es el danzad, danzad, malditos porque como te pares… Aunque aparenta calma y hospitalidad y la hay para el extranjero, el turista…
Es todo ello el carro del ilusionista atrapa niños Caractacus de Chitty Chitty Bang Bang con sus caramelitos, que no te enteras… Hasta que ves deshacerse la ilusión en el ilusionismo de tantos inventos autómatas. Seguirías allí, hipnotizado, libre y feliz, como con las Sequoias más allá en su parque milenario y respirando los pinos esbeltos de Josemite, en los parques nacionales, en El Colorado… como en ningún sitio hasta que te matara el viento áspero, en la orgía de lo que fueron las vegas, hasta el duelo. Casándote y descasándote cada cinco minutos las 24 horas en las capillas tanatorios con traje prestado y flor y soledad de ningún invitado, ganarías millones y luego los perderías y seguirías lleno de babas de tequila de botellón en botellón, porque la libertad tiene eso: inconsciencia, borrachera, droga. Mientras los listos se lo llevan al bolsillo que nos asfixia. Y follándote hembras o boys. Si no te dolieran los disparos, las personas, los osos, los abusones…
Dejé mi corazón en San Francisco: roto, inquieto, lleno de preguntas y enseñanzas. Y de Libertad. Si fuera Libertad…
Pregunto a gente, me dicen que llevan años con lo que llaman “el problema”. Pregunto a otros más y me responden que ellos se lo han buscado porque desde que mamas sabes que estás en el individualismo, que no te puedes engañar que esto va de ganadores… Y lo dicen con su lógica, no por mala leche. Esto es así. Es la libertad. Hasta dicen que si llegara tu ambulancia por un casual, habría grupitos de libertad que le recordarían al zombi que ya eres, que puede negarse a que le mediquen, a ir al hospital… que esta la libertad de morirse libre es lo que tiene. Mientras tú les mirarías con la mente sabe dónde… Yo esto no me lo creo. Los recursos, la terapia, el tratamiento… no es cosa de zombis libres. ¿Y dónde no han conseguido sembrar su magnífica cosecha ya?
Dejé mi corazón en San Francisco por aquellos lugares y tengo que volver a ver si lo entiendo…
Volví y no funcionaba el SEPE, otra vez jodido para echar a la gente de las contributivas al descuido, para imitar modelos de libertad. Y cerraban en Madrid los centros de salud e idiotizaban más y más. Y abrían más casinos y más bares. Lo que pasó allí. Quizá el corazón venga a buscarme a mí y San Francisco, aquí se extienda en su forma más libre e inhumana. Más pronto de lo que esperamos. Las Vegas y el Caesar Palace ya llevan operando hace tiempo y adivinen la comisión a quiénes engorda… Volví a escuchar a Aute, Siglo XXI, cuánta razón tenía… Pero eso es de viejunos. Volví a escuchar el Muérete tú a la del FMI de Alicia Ramos y, por las dudas, a Jefrey Sachs, nada menos, que en un Foro de Democracia recordó que su país luce semidemocrática y racista con blancos que quieren preservar los privilegios de las élites y que así se formó precisamente en 1787: “era un país genocida de esclavistas y asesinos de nativos americanos y aún luce así, dijo; el país más violento del mundo en el siglo XIX y desde 1955, el país imperialista”. Y esa es su cultura. Y la dictadura de la Libertad de morirse con el culo al aire, ido, solo, sin el tiro de gracia ni nada más que la desgracia y el bluff. Vive, pilla, no mires sino lo que mis ilusionistas te pinchan. -Muere pronto. -“Muérete tú”. Y aún así les queda, les queda…
Delante de mí va un mexicano en la excursión, se queja de que está habiendo expropiaciones, eso dice, y de los rojos rojísimos que se extienden por Latam. Le aviso amablemente: “Señor, un respeto en el tono que utiliza porque le advierto que detrás de usted va una roja rojísima, que soy yo”. Nos reímos. Como dijo Fidel: “La mano de la Revolusión es muy larga”. Me pregunto si el conductor que dio pie a la chanza no será de la Red Avispa. Y luego comimos juntos y otra ricacha se me acercó: nunca seguramente habían visto a una roja rojísima y querían saber por qué comprendía yo tan bien todo… Y eso que estos habían estudiado. O por eso…
*Enriqueta de la Cruz, periodista y escritora