
Siempre había escuchado la historia de las mujeres quemadas vivas dentro de una fábrica textil, encerradas allí por los dueños de la empresa (hombres, por supuesto) para impedir que se unieran a una huelga de miles de mujeres en la que se reclamaba una jornada laboral más digna (en esos momentos se demandaba 10 horas de trabajo) y en contra de la brecha salarial, ya que cobraban menos de la mitad que sus compañeros de ocupación, hombres, y que originó el 8M.
Cuando busco más información encuentro dos casos diferentes, uno el 8 de marzo de 1857 con 129 mujeres asesinadas en la fábrica Cotton Textile Factory de Nueva York, y otro el 25 de marzo de 1911, en el que 123 trabajadoras murieron en el incendio de la fábrica Triangle Shirtwaist también de Nueva York.
El 8 de marzo es el día Internacional de la Mujer, el día de la Mujer Trabajadora, y así se decretó en memoria de las mujeres que lucharon y de las que perdieron la vida reclamando Igualdad entre mujeres y hombres. Y se hizo en 1910 a propuesta de la feminista política y activista Clara Zetkin, respaldada por otras políticas feministas como Rosa Luxemburgo, y Aleksandra Kolontái.
Durante años, la huelga del 8M se ha llevado a cabo en conmemoración de las camaradas asesinadas, y en pro de la Igualdad entre mujeres y hombres. El 8M está convocado por los sindicatos de trabajo, ya que se trata de una huelga laboral de mujeres.
Pero en los últimos años las manifestaciones del 8M se han convertido en una especie de día del Orgullo LGTB. Las voces que gritan consignas feministas en contra de la explotación de la mujer a través de la prostitución, en contra de la brecha salarial, y denunciando el terrorismo machista que deja miles de mujeres maltratadas y asesinadas en el olvido de la sociedad y de los gobiernos, quedan sepultadas bajo los tambores y las canciones. En las cabeceras portan las pancartas “trabajadoras sexuales” como si la prostitución y la pornografía fueran trabajos, personas trans y cómplices y seguidores de la teoría queer. Las vindicaciones de las feministas quedan enterradas, invisibilizadas y borradas bajo las demandas de los derechos de diferentes diversidades de género. Género, esa construcción social por la cual las mujeres somos oprimidas desde la cuna, e incluso desde la ecografía que confirma que el sexo del bebé es femenino. Género, esa cimentación que marca la diferencia entre los hombres y las mujeres, y por la cual las mujeres somos más pobres que los hombres, cobramos menos que ellos en los trabajos, somos maltratadas, acosadas, e incluso violadas, y asesinadas. Y que por eso queremos abolirlo.
El 8M ha dejado de ser la huelga del día Internacional de la Mujer. Ha dejado de ser el día de la Mujer Trabajadora. El 8M se ha convertido en un día festivo de purpurina, música, tambores, bailes y risas.
Han usurpado nuestro día y nuestro espacio reivindicativo con el fin de borrar y enmudecer las vindicaciones feministas que luchan por el bien, la seguridad y el bienestar de todas las mujeres. Hay consignas a favor de la explotación sexual de la mujer, y lemas a favor del transgenerismo.
Bajo la estrategia Divide et impera (divide y vencerás) nos separan en diversidades, por etnias, por orientación sexual. Multiplican los géneros en decenas de ellos, para invisibilizar nuestra lucha basada en nuestra opresión por haber sido etiquetadas con el género femenino al haber nacido hembra. Y todo esto con el beneplácito de muchas mujeres que se hacen llamar feministas, que creen que lo son porque ya no están alienadas con el hombre machista, pero que han pasado a estarlo con el transgenerismo. Aunque este colectivo ya tiene su movimiento dentro del LGTB, y tiene su día anual al que llaman Día Internacional del LGTB (LGBT Pride, en inglés), hemos permitido que accedieran a nuestro Día y lo convirtieran en otro de sus festejos.
El Día del Orgullo es un día festivo, de colores y música, que se basa en que ninguna persona debe avergonzarse de lo que es. El día del 8M es un día reivindicativo de derechos y recordatorio de las mujeres asesinadas. Sin embargo, allí están las organizadoras del 8M, transformando nuestro día en algo esperpéntico, y alterando el concepto del Feminismo, metiendo con calzador el resto de luchas que nada o poco tienen que ver con la lucha feminista, y dividiendo a mujeres, como en el caso de las convocatorias que separan mujeres de lesbianas, como si las lesbianas no fueran mujeres.
Y hasta que el 8M no vuelva a sus orígenes no voy a asistir a una manifestación en la que se lea un manifiesto que perpetúe la explotación sexual de la mujer, mediante la demanda de la regulación de la prostitución, y los roles de género, mediante la teoría queer.
A las feministas que no se dan cuenta de que el 8M se ha transformado en una agresión más hacia nosotras, y que marchan alegremente cediendo su persona e imagen, les digo que están dando el consentimiento al borrado de la mujer, y a la legalización a la explotación de la mujer. Con su presencia en la manifestación están dando su aprobación a la lectura del manifiesto del que tanto nos quejamos a la salida de las asambleas del 8M. Les recuerdo que el Feminismo lucha por visibilizar los derechos de las mujeres y para erradicar toda explotación, desigualdad y opresión a las que somos sometidas.
Para irnos de fiesta tenemos otros lugares a los que acudir, pero si lo que queremos es tener un día de huelga para salir a la calle a reivindicar nuestro derecho a no ser asesinadas, ni violadas, a tener el mismo sueldo que los hombres, a que se nos trate con la misma dignidad y respeto que a la otra mitad de la población, entonces, recuperemos el 8M.
*Cristina Serrano es Coordinadora del Partido Feminista de España en Catalunya
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