Que la monarquía heredera del franquismo es un nido de corrupción, sátrapas y golfos cuyo máximo exponente ha sido Juan Carlos I, no lo pone en duda nadie, salvo que se tenga interés en ocultar la verdad.
La abdicación exprés de Juan Carlos I, todo el mundo lo sabe, vino dada por los numerosos escándalos sexuales, de corrupción y otros que el rey vitalicio y su familia protagonizaron (y aun sin esclarecer), dando paso a su hijo para un lavado de cara del descompuesto régimen, a lo que han colaboraron sin miramientos las emergentes corrientes ciudadanistas –sobre todo Podemos haciendo de apagafuegos ante el auge del movimiento republicano y la apatía de la timorata izquierda institucional-.
Tras la abdicación exprés, el Borbón queda como rey vitalicio, capitán general en la reserva e impune de sus desmanes (según la Constitución monárquica: “La persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad.”). Había que asegurarle su inviolabilidad. A pesar de de ello no han faltado plumas decentes, y no pocas censuras y boicots, que han sacado los trapos sucios del susodicho[i] en todos los aspectos. Seguir leyendo El rey vitalicio y el poeta ateo condenado a muerte, por A. González →
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