
En el número 530 de un conocido barrio de mayoría musulmana de Duala, en una pequeña casa de paredes verdes y cortinas estampadas, el subconsciente de una familia espera el regreso de un hijo que, según les dicen, está enterrado hace tres años en un nicho sin nombre en Ceuta.
Aunque repitan los hechos en su mente, aunque recuerden la fotografía de un cuerpo que parecía ser el de Oussman y vean de nuevo los disparos de pelotas lanzadas en la frontera española, esa sensación no desaparece. «Si no has visto dónde está enterrado, ni el lugar en que murió, te llegas a plantear que no haya muerto. Que algún día vuelva», dice su hermano junto a su madre. Para ellos, la justicia pasa por ver la tumba de Oussman e identificar sus restos mortales. Seguir leyendo «Mi hijo murió en el Tarajal entre pelotas de goma: era inmigrante pero también era mi hijo»